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Los diestros Diego Carretero y José Mª Manzanares salen a hombros. EFE/MORELL
Manzanares y los astros salvaron la tarde

Manzanares y los astros salvaron la tarde

Carretero y el alicantino salieron por la puerta grande

JOSÉ LUIS BENLLOCH

Domingo, 24 de junio 2018, 00:06

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Se juntaron los astros. Manzanares rescató la tarde. Sucedió en el quinto. Digo yo que para algo existirán los astros: para salvar maridajes como el de Manzanares por San Juan. Iba la tarde de aquí para allá, mucho torero y poco toro. También suele pasar cuando se anuncian los JP. Pero salió el quinto y se puso a embestir. Sin gran emoción, con mucha toreabilidad, con toda la suerte del mundo en tanto en cuanto Manzanares, obligado por la tierra y por su condición de figura, le dio distancia, tiempo, mimo, ni muy fuerte ni muy flojo, y el toro se creció en su bondad y la faena lo hizo en calidad. Más generosa sobre la mano derecha, excelente en una serie zurda, sin duda el momento de la tarde. A esas alturas Alicante era una fiesta, con motivos por el toreo de Josemari -otro momento cumbre fue un molinete absolutamente enroscado y ligado con el de pecho- y porque suponía salir del muermo en el que nos habíamos metido. La obra, una vez más, la rubricó con un volapié soberbio. La muerte radical del toro y el clamor del público llevaron a la aparición simultánea de los dos pañuelos de la presidencia. Dos orejas y puerta grande: estamos en Alicante y ni los astros ni Manzanares podían permitir otra solución a la tarde.

Era la tercera corrida de toros de la feria y volvió a llenarse la sombra hasta niveles de auténtica asfixia. Y por esta vez no tenía mal aspecto el inclemente sol. Afuera no más de cuatro docenas de antitaurinos vociferaban hasta donde les dio el jornal del día. No mucho, por cierto. Y en la plaza la tarde arrancó con la entrega del trofeo de triunfador de Hogueras 2017 a Josemari y con una alternativa, la de Diego Carretero, así que emoción sobre emoción. Para el primer acto, los compases del himno de Hogueras. Para el segundo, las ovaciones cariñosas de los seguidores del toricantano llegados desde sus tierras albaceteñas. Al toro de la alternativa, Rezongana, toro vivo, chico, bueno, un diez en toreabilidad, el neófito le aplicó un recital capotero. Toreó a la verónica rítmico, suave y sedoso. En la misma línea se manifestó en un quite por chicuelinas y luego la faena, brindada a su mentor, el matador Luis Rubias, tuvo buen trazo, buena intención, momentos lucidos en un principio, algunos más amontonados al final, de tal manera que fue todo de más a menos. En su segundo, que cerraba plaza, estuvo animoso, buscando con fe el éxito que le diese vida. Encontró los mejores momentos sobre la mano izquierda y lo despachó de un excelente estoconazo. Le concedieron dos orejas, que con la del primero fueron tres que le convertían en el triunfador numérico de la tarde.

Sin más historia

El resto de la corrida no tuvo gran historia. El segundo de la tarde fue un muñeco con el que Morante quedó inédito con el capote. Primera mala noticia de la tarde. En cambio su arranque de faena fue precioso. Los ayudados por alto los hubiese firmado Cagancho. Un molinete intermedio muy airoso y la trincherilla nos retrotrajeron a su tierra sevillana y ya vimos poco más porque el toro muñeco no entendía tales fruslerías y se puso incómodo. Excusa suficiente para que Morante abreviase. La gente le pitó porque vino a la plaza con el pack morantista, que supone las ovaciones delirantes y los pitos ñoños, vengan o no vengan al caso. Su intervención capotera ante el quinto fue radicalmente distinta. Lo recibió por chicuelinas: qué gracia, qué donaire, qué facilidad, y qué torería. Y qué mierda de toro, por cierto. A partir de ahí, el mundo al revés. Morante se puso voluntarioso e insistente. Trabajador. Morante, por Dios, ¡no nos traicionemos los principios!

Del tercero apenas recuerdo unos lances muy parados de José María, muy descargado sobre los talones. El toro, castaño, zancudo y con poca clase, no reaccionó ni siquiera a la perfecta técnica del alicantino. Mucho torero y poco toro en una lucha absolutamente desequilibrada. Lo remató de dos pinchazos y un soberbio volapié.

La corrida acabó tan tarde como en días anteriores, sólo que hubo más motivos para justificarla. La imagen de los dos toreros por la puerta grande -Manzanares y Carretero- recuperaba el perfil más propio de las Hogueras.

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