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El escritor Juan Goytisolo en 2015.
Juan Goytisolo, el nómada disidente

Juan Goytisolo, el nómada disidente

El heterodoxo crítico y escritor barcelonés muere en Marrakech a los 86 años

PPLL

Domingo, 4 de junio 2017, 14:33

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La voz heterodoxa, radical, crítica de Juan Goytisoslo, escritor nómada y disidente, se apagó para siempre en la misma ciudad de Marrakech en la que eligió transterrarse. Murió con 86 años, dos después de ser reconocido como uno de los grandes narradores de su tiempo con el Premio Cervantes tras toda una vida nadando y narrando contra corriente. Rara avis de nuestras letras, «anómalo como todo creador», según su propia definición, este gran y extrañado heterodoxo de las literatura en español se instaló por voluntad propia en la «nacionalidad cervantina». En la estirpe del creador del Quijote que, según él, «fecundó la totalidad de la novela europea».

Murió Goytisolo «por causas naturales», en su propia casa, en la medina de Marrakech y acompañado por los suyos -«mi tribu», llamaba a la familia Abdelhadi-. Tras una fractura de cadera su salud se había deteriorado en los últimos meses y se movía en silla de ruedas. Dejó dispuesto que no quería descansar en un cementerio católico y que sus restos permanecieran en Marruecos. Recibirán así sepultura en los próximos días en el cementerio civil de Larache, según acordó su familia, el mismo lugar en el que está enterrado su admirado Jean Genet.

Autor de medio centenar de títulos, transitó por la novela, el ensayo, la literatura de viajes, el cuento y las memorias en una obra cuyo denominador común es el compromiso y la libertad. El legado del iconoclasta narrador y ensayista es una obra exigente, arriesgada e independiente, con títulos legendarios como Campos de Níjar, Señas de identidad, Juan sin tierra, Reivindicación del Conde don Julián o Coto Vedado, un duro y exigente autorretrato en el que afrontó sin tapujos su homosexualidad y que completo con En los reinos de Taifa.

Paradigma de la incorrección política y la disidencia -el único ganador del Cervantes que se negó a vestir de chaqué, fue un látigo contra los peores vicios del poder y la sumisión ideológica. «No hay corrección política. Como las fantasías sexuales de cada cual, que no tienen que pasar por ninguna corrección», decía Goytisolo, considerado por otro Cervantes, Carlos Fuentes, como «uno de los mejores escritores del mundo». Un autor «esencial», según José Manuel Caballero Bonald, otro rebelde cervantino.

Dijo en 2001 que no aceptaría distinciones como el Cervantes o el Príncipe de Asturias. Pero no cumplió su palabra. Ni rechazó el Nacional de las Letras en 2008, ni rechazaría luego el más alto premio institucional, que dedicó a sus vecinos de la medina y recibió de traje civil, con la única corbata que tuvo en su vida. Ganó el Cervantes «por su capacidad indagatoria en el lenguaje», por «su voluntad de integrar a las dos orillas, a la tradición heterodoxa española» y por «su apuesta permanente por el diálogo intercultural».

Ya en pleno franquismo se convirtió en uno de los escritores más incómodos y comprometidos de la segunda mitad del siglo XX. Lúcido interlocutor entre la cultura europea e islámica, jamás se apearía de su excéntrica posición intelectual y de tender puentes sobre el Mediterráneo y el Atlántico.

Conocedor y estudioso del mundo árabe llegó a Marrakech en 1976 para estudiar el árabe dialectal, con sus artículos, ensayos y series de televisión dio a conocer su realidad a Europa. Muy pesimista ante la democratización real del mundo árabe y la crueldad del Estado Islámico, equiparó la situación en los países que lo soportan a la Europa del siglo XV.

Abominaba «de cualquier nacionalismo, sea árabe, catalán, español, vasco o gallego». Juzgaba «viciado» el debate soberanista en Cataluña y afeó a Europa y a Bruselas su nefasta gestión del drama de la inmigración. «Desde que existe la especie humana existe la inmigración. Hay un flujo imparable de todo el continente africano que quizá sea una carga excesiva para Italia. Se necesita un esfuerzo común para frenar esta tragedia», señaló.

Juan Goytisolo Gay nació en Barcelona el 5 de enero de 1931, en una familia vasco-cubana. Hermano de los también escritores Luis -narrador y académico- y José Agustín -poeta fallecido en 1999-, estudió Derecho en la Universidad de Barcelona. La muerte de su madre, Julia Gay, en un bombardeo franquista en 1938 marcó su infancia. Su variada y singular obra arrancó en 1954 con Juegos de manos, finalista del premio Nadal y que sería prohibida por la censura franquista. Seguirían títulos como La resaca o Campos de Níjar, su descarnada e implacable descripción de la miseria en Almería que le granjeó el nombramiento de «persona non grata», compensada años después con su nombramiento como hijo predilecto.

Optó por instalarse en París en 1956 para huir de la grisura y la opresión del franquismo. En la capital francesa estuvo hasta 1969 y trabajó como asesor literario de la editorial Gallimard. Se casaría con la novelista y guionista Monique Lange en 1978, alma gemela y puente para introducir en Francia a la generación rebelde y censurada de los resistentes ibéricos. Pasó luego temporadas en Estados Unidos, con etapas docentes en Boston y Nueva York.

Señas de identidad marcaría un punto de inflexión en su obra, al alejarse del realismo crítico en favor del experimentalismo. Blindó luego su bibliografía con títulos como Juan sin tierra, Cuaderno de Sarajevo, Reivindicación del conde Don Julián Fin de fiesta, Disidencias, la también experimental Makbara, Paisajes para después de la batalla y el valiente Coto vedado, Duelo en el paraíso, Crónicas sarracinas, Las virtudes del pájaro solitario, Carajicomedia, o Telón de boca con el que dio por cerrado su ciclo narrativo.

Director para TVE de la serie Alquibla, con la que recorrió el territorio del Islam, fue también reportero y látigo del totalitarismo, denunciando el horror bélico y la limpieza étnica en enclaves como Sarajevo, Chechenia, Argelia o Capadocia.

Dedicó también varios ensayos a referentes para él como Blanco White, Manuel Azaña o Américo Castro. El poemario Ardores, ceniza y desmemoria fue la prueba de su declaración de jubilado de la novela. El exiliado de aquí y de allá, aparecido en 2008, fue su penúltimo libro. «Si uno no tiene nada que decir, se calla», diría en 2010, aunque la agencia de Carmen Balcells recibió en 2015 un original con la orden de que su publique diez años después de su muerte. Solo anticipó Goytisolo que el texto aborda «asuntos sociales y personales».

Su obra, apreciada antes fuera de nuestras fronteras que en casa, mereció premios como el Nacional de las Letras, el Formentor, el Europalia de Literatura, el Octavio Paz y el Juan Rulfo otorgados en México, el Rachid Mimumi, concedido en Francia a la tolerancia y a la libertad, y el Nelly-Sachs otorgado en Alemania.

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