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El escritor Jaime Millás, en LAS PROVINCIAS. :: i. marsilla
«Hace unos años, la cultura valenciana fue un escaparate del poder económico»

«Hace unos años, la cultura valenciana fue un escaparate del poder económico»

El historiador, periodista y extitular de Teatres Jaime Millás revive en 'Escenas de un burgués en la Valencia del Ochocientos' la vida y obra de su bisabuelo

N. CAMACHO

Jueves, 27 de abril 2017, 20:21

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Lleva años apartado de la gestión pública, aunque entre 2000 y 2004 tuteló Teatres de la Generalitat. El periodista, historiador y gestor cultural valenciano Jaime Millás acaba de publicar una novela, 'Escenas de un burgués en la Valencia del Ochocientos' (Editorial Sargantana), donde reconstruye tanto la vida de la ciudad como la de su bisabuelo, Manuel Millás, un funcionario perteneciente a una acomodada clase social que, sin embargo, cultivó el sainete y el teatro popular. Pero el autor, además, rememora en esta entrevista los tiempos en que fue gestor cultural e, incluso, asumió la subdirección de la Ciudad de Artes Escénicas de Sagunt. «El panorama cultural de Valencia ha cambiado mucho, los presupuestos han decrecido», recuerda Millás.

¿Qué va a encontrar el lector en este libro?

El título tiene su intención. Yo no quería contar una historia total sino descubrir al personaje en determinados escenarios de la ciudad. Escenas también se refiere al componente teatral Lo del burgués, que tipo de burgués era. Él fue un funcionario toda su vida. Estudió leyes pero luego inmediatamente le firmó Félix Pizcueta y Pascual i Genís el primer contrato en la Diputación.

¿Y que tipo de burgués fue Manuel Millás?

En el siglo XIX, a esta ciudad la dirigían los burgueses, como el caso de Manuel Millás, que vivió cuando era joven el sexenio revolucionario, un periodo de cambio. Me proponía rescatar la biografía de mi bisabuelo, que fue una persona conocida. Incluso en este periódico, en LAS PROVINCIAS, apareció en multitud de ocasiones. Además, fue un burgués que apostó por un teatro popular, no elitista.

Deduzco que, por su libro, es fiel defensor de revisitar el pasado.

Sí. Pero no sólo en lo que se refiere a la ciudad, sino sus hombres del pasado que, como mi bisabuelo, nos pertenecen y definen muchas de las cosas de cómo somos hoy los valencianos. Como el teatro popular que aún hoy se recuerda. Algunos lo sigue menospreciando, pero hay gente de mediana edad y algo más mayor que aún lo lo consideran propio.

Hablando de artes escénicas, fue director de Teatres entre 2000 y 2004 y, aunque ya no estemos en el Ochocientos, cuando revisita el pasado cultural de la ciudad y vuelve al presente ¿cómo cree que han cambiado las cosas?

Los cuatro años que estuve al frente de Teatres lo hice porque me interesa la gestión cultural. En esos primero años, era muy diferente a la gestión actual. Evidentemente, los recursos presupuestarios de ahora han decrecido enormemente, como también han decrecido aspectos de la gestión política. El mercado laboral se ha deteriorado. Los actores y las actrices se las ven y se las deseen para dedicarse al cien por cien a su profesión. Ya ni hablo de los autores y directores de teatro. En ese sentido, la depreciación que ha supuesto la reforma laboral en el mundo de la cultura ha sido impresionante.

¿Aquellos tiempos fueron mejores en Valencia culturalmente hablando?

Antes había una visión equivocada. En aquel momento yo tampoco compartí que la cultura fuera un escaparate del poder económico. La cultura, por supuesto, necesita de recursos públicos porque no sólo puede sostenerse por los espectadores o lectores. Tiene que haber una parte subvencionada. Y, a la vez, ese dinero público hay que intentar rentabilizarlo para que revierta y genere bienestar. La cultura debe vivir de apoyo público, que no de una subvención. Se abusó de una cultura de escaparate, hecha con muchos medios en aquel momento en el que yo estuve.

Pese al momento que atraviesa el sector, algunos profesionales resisten y consideran que se vive una etapa de enorme creatividad y efervescencia.

La cultura no es sólo el gran éxito, lo exclusivo. Es también un trabajo cotidiano, donde la regularidad y tener unos medios adecuados es tan importante como vivir una situación excepcional, con un gran presupuesto para hacer cosas excepciones. Pero de 2000 a 2004, no me pareció que aquello fuera adecuado. Hoy en día, en momentos de escasez de medios, la cultura no es tan vistosa, no tiene el protagonismo de antes, pero no lo debe perder. También interviene mucho cómo se gestionan las cosas. No ha dejado de haber calidad y genios. La cultura, en muchos casos, es sinónimo de crítica y no interesa al que tiene el poder.

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