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Sierra i Fabra posa durante la promoción.
«La censura pervive en los libros infantiles y juveniles», denuncia Jordi Sierra i Fabra

«La censura pervive en los libros infantiles y juveniles», denuncia Jordi Sierra i Fabra

«Soy un incordio y no me darán el Cervantes», dice el escritor español más leído, que publica 'Las palabras heridas'

Miguel Lorenci

Lunes, 13 de marzo 2017, 23:33

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 «En los libros infantiles y juveniles hay palabras malditas como 'gay', 'lesbiana', 'aborto' y 'orgasmo'. En ese ámbito persiste una terrible censura». Lo denuncia Jordi Sierra i Fabra (Barcelona, 1947). Con más de 500 títulos publicados y doce millones de libros vendidos, es quizá, el autor español vivo más leído. Tiene un sinfín de premios, incluido el Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, y el Cervantes Chico, pero sabe que no le darán el Cervantes grande, el 'Nobel' hispano. «No lo harán porque soy un incordio», dice el autor de 'La palabras heridas', conmovedora novela con la que cambia de registro este también cualificado crítico e historiador de rock. La censura es el tema de «un relato sin edad» que aparece simultáneamente en castellano, catalán, gallego y euskera.

«Las editoriales tienen un miedo terrible a esas palabras malditas, como 'orgasmo', y solo por eso se devolvieron 600 libros de una de mis novelas infantiles donde decía que 'tocar en un conjunto de rock es como un orgasmo colectivo'», explica contrariado el prolífico narrador catalán. «No hay nada peor que una AMPA (asociación de madres y padres de alumnos)», ironiza. «Las editoriales tiene un miedo terrible y se alienta la autocensura, que es algo terrible», apunta el escritor, que carga también contra los progenitores. «Dejan que sus hijos vayan al cine y vean películas ultraviolentas, que naveguen por internet y consuman porno, aunque los padres no lo sepan, pero se rasgan las vestiduras si en un libro aparece la palabra gay, lesbiana o droga», lamenta.

Cita como ejemplo 'Campo de fresas', su libro más vendido, con 85 ediciones y un cuarto de millón de ejemplares, «pero que fue denunciado en Chile aduciendo que era una incitación al consumo de drogas, cuando habla de una niña que entra en coma por tomar éxtasis y denuncia los peligros de las drogas». «Que lo censuren y prohiban es incomprensible», se duele.

«Las palabras golpean mas que las balas, y han derribado más gobiernos que las armas», resume el autor sobre su nueva novela, que quiere «mostrar la magia y el poder de la palabra, de la poesía y del libro». «Los libros hacen bien a la gente, como me lo hicieron a mí, un crío tartamudo, feúcho, de origen humilde, que sufría acoso y recibía palizas en el colegio, donde era el último mono. Pero gracias a los libros estoy donde estoy», se ufana un escritor que lleva 45 años publicando con regularidad, a razón de diez títulos al año, que fue pionero en la crítica musical el la gris España de Franco y que tiene «cuerda para rato».

Situación del mundo

«Este libro servirá a los más jóvenes para que comprendan qué pasa en Venezuela o en Corea del Norte, qué es la censura que ellos no han conocido, o por qué Trump se ha declarado enemigo de la prensa, como los hicieron Stalin y Hitler», arguye su autor. Ha decidido publicarlo a la vez en catalán (Ara Libres), euskera (Elkar) y gallego (Galaxia) además de en castellano, convencido de su pertinencia y su calidad. «Solo lo hago con los libros que me emocionan y este es el caso. Nació con fluidez, ha sido todo un fogonazo. Hay libros que se sienten y este es uno de ellos», se reivindica.

Espera que esta novela sea para algún lector una tabla de salvación, como lo fue para él 'El manantial, de Ayn Rand, que ratificó a los 18 años una vocación muy precoz que le llevó «con apenas diez años a escribir ya novelas de cien páginas». «Aquel libro que me salvó la vida me enseñó qué es la independencia del artista, cómo debe hacer lo que quiere y no permitir que nadie lo cambie. No soy un talibán; en 500 libros solo me han demostrado dos veces que no tenía razón, y cambié un capítulo y un final, pero no si un editor no me demuestra mi error, no cambio ni una coma», dice.

Comentarista e historiador de rock, con una colección de más de 30.000 vinilos, Serra i Fabra es más que crítico con las redes sociales. «No tengo Facebook, ni Twitter, ni Instagram y odio la Wikipedia», confiesa. «Lamento que estemos en un momento terrible y seamos más borricos e incultos que nunca», se duele Serra i Farbra, al frente de sendas fundaciones para los más jóvenes en Colombia y en España. Un autor y un persona torrencial para quien «los 140 caracteres de Twitter es como hacer el amor en dos minutos, ocho segundos y cinco décimas». «Soy un enamorado de los libros, de la palabra y de la página en blanco, que para mí es un amante por descubrir, jamás una tortura», explica.

Cree que se reconoce más su labor social, a través de las fundaciones, que su probado talento como narrador. «He escrito más de 80 libros para adultos, tengo una serie policíaca y aún me dicen que cuándo voy escribir un libro que no sea para jóvenes», lamenta. «Si la vida fuera un circo, yo sería la mujer barbuda. Soy un fenómeno extraliterario y me critican que escriba demasiado. No se lo decían a Simenon, capaz de escribir una novela en dos días, o a Balzac, otro grafómano irredento», ironiza.

«No me darán el Cervantes; soy un incordio y pesan sobre mí dos terribles sambenitos: ser el escritor vivo que ha publicado más libros y ser uno de los más leídos, superado solo por Bécquer, Lorca, Galdós, Delibes, Baroja o García Márquez», enumera. «Yo nunca he querido batir récords, mi única pretensión ha sido ser feliz escribiendo, y desde luego que lo he logrado», se ufana.

También es muy crítico con los políticos y con la grisura del momento. «No hay ninguno que esté a la altura», señala. Dice sentir «vergüenza ajena» ante un Rajoy «que en una Cumbre europea pasa pregunta porque se la formulan en inglés» y lamenta que los políticos de hoy no eclipsen a los de antaño. «Defiendo el espíritu del 77, de aquel Suárez que se atrevió a legalizar al PCE. Hoy no tenemos políticos como Solé Tura, Suárez o el mismísimo Manuel Fraga, que viniendo de donde venía, de aquello de 'La calle es mía', supo estar a la altura de los acontecimientos», concluye.

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