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John Dolan y su perro George.
George, el perro que salvó al vagabundo

George, el perro que salvó al vagabundo

El dibujante John Dolan cuenta como salió de la marginacion en 'El perro que me cambió la vida'

Pilar Manzanares

Viernes, 1 de mayo 2015, 07:21

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John Dolan tenía 41 años cuando, en la primavera de 2013, la suerte llamó a su puerta por segunda vez. Una suerte precedida de una terrible vida, un perro llamado George y un gran talento. Porque John era un mendigo que no tenía un techo bajo el que guarecerse desde hacía mucho tiempo, que entraba y salía de la cárcel sin que eso le importara demasiado, que consumía drogas.

En resumen, era una de tantas personas que habitan en las calles y que apenas vemos cuando pasamos a su lado. Hasta que un día George se cruzó en su vida y le salvó, como el propio John cuenta. Desde entonces, estos dos inseparables amigos han cuidado el uno del otro y han logrado enamorar además de a muchos viandantes, a galeristas, artistas y críticos de arte. Porque Dolan tiene el talento de dibujar y George el de haber logrado que su amo no se haya rendido por duro que fuera el camino. «Sin George yo no habría vuelto a coger el lápiz tras haber descuidado mi talento durante varias décadas; como tampoco habría conocido a Griff, que es como llamo al galerista local Richard Howard-Griffin.

Sin duda habría acabado tirado en cualquier parte, en la cárcel o dos metros bajo tierra», escribe en 'El perro que me cambió la vida', la autobiografía editada por Grijalbo. Sin embargo, John Dolan es hoy por hoy uno de los artistas callejeros más reconocidos y más de moda de Londres y su experiencia se ha convertido en todo un 'bestseller.'

-¿Cómo conoció a George?

-Conocí a George, que ahora tiene siete años, en el invierno de 2009. Por aquel entonces yo vivía en una habitación de alquiler social y les ofrecí un techo a Becky y Sam, una pareja de vagabundos que había conocido. Ellos ya tenían un pastor alemán, pero un día un hombre se les acercó y les preguntó si le comprarían a George por lo que cuesta una lata de cerveza lager. Y lo trajeron. Cuando más tarde los dos fueron realojados les dijeron que solo podían quedarse con un perro y, al ver que tendrían que abandonar a George, me preguntaron si me lo quedaría. Acepté.

-Por asombroso que parezca fue él quien cambió su vida para mejor. ¿De qué modo puede lograr eso un Staffordshire bull terrier joven como George?

-Antes de conocerle mi vida era muy dura. No hubiera podido imaginar que sería mi talismán. Hasta que llegó él, yo apenas podía cuidar de mí mismo. Llevaba muchos años en una espiral de indigencia, depresión, drogas, delitos y cárcel. ¡Había entrado en prisión más de treinta veces! Cuando llegó George me di cuenta de que ahora me tenía que ocupar de los dos, de que si yo iba a prisión le perdería... Sin él yo no estaría hoy donde estoy. Ahora mi vida es muy diferente, está mucho más estructurada, siempre estoy trabajando. Me mantengo ocupado.

-¿Por qué volvió a coger los lápices?

-Digamos que no me quedó más remedio, el gobierno se estaba cargando el sistema de prestaciones y yo me vi obligado a mendigar. No dejaba de buscar un modo de dejar la calle y, aunque llevaba muchos años sin hacerlo, pensé en dibujar, ya que éste era mi único talento. En cuanto empecé me entusiasmé, me gustó hacer algo más que esperar a que la gente echara dinero en el vaso de George.

 -Y lleva dibujando ya, digamos más profesionalmente, cuatro años.

  -Así es.

-¿Cómo se siente al hacerlo?

¡Satisfecho!

-¿Cuál ha sido su escuela?

-La calle, sus sensaciones, sus ruidos, la gente que pasa. Todo eso.

-¿No dudó a la hora de escribir su historia?

-No. De hecho, cuando me pidieron que lo hiciera me pareció una gran oportunidad. Me ha alegrado mucho hacerlo. Lo cierto es que gracias a ello he podido hacer frente a muchas cosas relacionadas con mi pasado.

-Al echar la vista atrás, ¿qué diría que aprendió de la gente de la calle? ¿Tenía amigos?

-La verdad es que me mantuve muy encerrado en mí, era un llanero solitario. Al final, se conoce a un par de buenas personas pero muchas no lo son. Tampoco es que fuera una época en la que aprendiera demasiado, aunque las calles me hicieron humilde gracias a la generosidad de la gente que da a un extraño del que no saben nada.

-No parece que guarde buenos recuerdos.

-No, no realmente. El único buen recuerdo es haber conocido a mi perro George. Él fue lo mejor de esos años. Vivir en la calle me ha convertido en una persona más dura y más fuerte mentalmente. Me he dado cuenta de que nunca se debe renunciar, no importa lo mal que estén las cosas.

-Antes del, digamos, triunfo, ¿por cuánto vendía sus dibujos?

-Solía vender por 20 libras los de tamaño folio. El día que más, vendía 5 dibujos. ¡Y alguna vez pagaron 350 libras por algún lienzo!

-Me hace gracia que lo celebre, sobre todo por que ahora sus obras ya no cuestan eso.

-Es verdad. Ahora mis originales grandes se venden por 4.000 libras, he tenido un par de exhibiciones en la Howard Griffin Gallery en Shoreditch, puedo presumir de haber vendido todas las obras de una de las muestras y ya estoy trabajando en otra en la Broadgate Tower. Pero hasta llegar aquí he pasado un calvario.

 -¿Le sigue inspirando la calle?

-Sí, la ciudad que me rodea, la gente que la habita, su arquitectura. A menudo me sigo sentando en la calle a dibujar. No he dejado que la experiencia me cambie, tengo los pies firmemente pegados al suelo.

     

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