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José C. Vales.
«Trataré de estar a la altura del Nadal»

«Trataré de estar a la altura del Nadal»

Escritor

Miguel Lorenci

Jueves, 8 de enero 2015, 16:11

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Champán, cocaína, princesas rusas, amantes desesperados y jóvenes bellezas -las felices y seductoras 'flappers' de los locos años veinte-, y mentirosos, muchos mentirosos, desfilan por 'Cabaret Biarritz', la novela con la que José C. Vales (Zamora, 1965) ha ganado el Nadal de 2015. El narrador, filólogo y traductor explica que todos sus personajes de ficción son "una sarta de embusteros" que "sin engañar al lector" ofrecen su versión en torno al asesinato de la joven sobre el que gira su segunda novela. Con ella entra "orgulloso" en la exclusiva lista del decano de los galardones literarios españoles, que falló el martes su 71 edición. "Espero estar a la altura de su historia", dice.

-Glamour y buscavidas, salones y cloacas conviven en su novela.

-Como en la vida misma. Bajo el brillo hay sordidez. Bajo la limpieza, suciedad. Bajo la luz, oscuridad. Aquí hay de todo. Conviven las dos caras de la vida y bajo el fulgor hay cadáveres escondidos. Es mi idea del mundo, un caos donde lo sublime convive con lo terrible, la maravilla con el espanto y el desconcierto con la certeza. Entiendo el mundo como la mezcla extravagante de asuntos maravillosos y trágicos.

-Pero elige el caos de los locos años veinte. ¿Por qué?

-Es un tiempo frenético y maravilloso. El mundo sale de una gigantesca catástrofe, de una guerra mundial, y quiere beberse todo el champán que pueda. En especial las mujeres, que deciden ser valientes y libres, y a las que hago dar un paso más. Viajan en descapotables rojos y en globos aerostáticos; duermen con las chicas y los chicos que quieren.

-¿Crónica negra, periodística, investigación, recreación factual...?

-Ficción a caballo entre la pesquisa policial y la indagación sentimental. Es una investigación sobre desdichados acontecimientos ocurridos en 1925. A medida que los personajes se desarrollan, la tensión se centra en un antiguo amor, en la locura de un amor perdido. Describe el paisaje humano y físico de Biarritz en esos años locos, donde el crimen y la manipulación conviven con el oropel.

-Hay más de un veintena de narradores y varios crímenes.

-Todo comienza con un aparente suicidio que investigan una pandilla de sinvergüenzas. Forman el gran cabaret que da título a la novela. Cada uno hace su número, de la equilibrista al elenco dramático. La verdad y la mentira están en todos los cuadros del cabaret. Todos se han conjurado para ocultar lo más sucio. Son una sucesión de mentirosos que cuentan su versión de la historia sobre la muerte de una joven librera que apareció colgada de una argolla en el puerto de Biarritz, con la cara comida por los peces. Solo el lector conoce la verdad. Todos mienten y el lector lo sabe.

-El jurado dice que rebosa un humor que recuerda al primer Eduardo Mendoza.

-Es un rasgo del que no puedo prescindir. No sería capaz de escribir sin humor. En la doble máxima de Horacio de ser útil y entretener siempre opto por divertir entreteniendo. La literatura ha de entretener. La buena literatura es tan sencilla y difícil como contar una buena historia que entretenga al lector. No me gusta dar la murga filosófica en mis novelas, por más que aflore el conocimiento intuitivo en una frase, una situación o un gesto.

-Georges Miet, el oscuro protagonista, escribe folletines por encargo, es un legionario de las letras ¿Usted también?

-Pues casi. Como él, he hecho de todo. A él le dan un título y debe entregar una novela. A veces he hecho algo parecido. El encargo ha dado mucho juego en la literatura. Los escritores fantasma, los negros, los libros de encargo son tan viejos como la literatura misma. Y es un mundo muy divertido. Miet es otro mentiroso. Solo los lectores saben qué ha pasado. Exijo al lector que ponga atención porque respeto su inteligencia. El lector tiene derecho a que se le cuente una buena historia y a ser tratado como un ser adulto e inteligente que sabe qué lee, participa y decide que es una novela, quién ha cometido los desmanes y porqué.

Club Nadal

-Con su segunda novela entra en el club Nadal , con socios como Laforet, Delibes, Ferlosio, Matute...

-Abruma y satisface. Este premio es un honor, un orgullo y una alegría. Pero también una responsabilidad. Intentaré estar a la altura de su importancia y su historia. Lo de menos es su dotación económica. Su función de descubrir autores es su gran activo, y me enorgullece entrar en este club tan selecto.

-¿Nunca antes se presentó a otro premio?

-No. Me daba pereza. Por eso me puse en manos de Palmira Márquez, una agente capaz y eficiente. Yo me dedico a la sintaxis, a estudiar la teoría literaria, a Gaskell, a Jane Austin y a Francisco de Aldana... a todos los que me gustan y ella a conseguir que los editores vean las novelas que escribo en mi covacha. Sin agente no habría ni novelas ni premio.

-La presentó bajo el seudónimo de Gavroche. ¿Alguna clave?

-Gavroche es el pilluelo de 'Los miserables'. Y a menudo siento que soy ese chico malo del mundillo editorial. El que hace recados, pero es capaz de salir de las barricadas y enfrentarse a lo que venga, incluida la muerte, y lo hace con humor y decisión. Hugo, Austin, Trollope, Collins son algunos de los autores que me dan las claves para empezar mi trabajo.

-Hay un cambio de registro radical en relación con su primera novela, 'El pensionado de Neuwelke'.

-No sé quien dijo que un buen escritor debe escribir un buen libro de fantasmas y yo empecé por ahí. En la primera había un pensionado de señoritas que leen a Jane Austin y aquí hay alegría, extravagancia y libertad absoluta. Son dos mundos que no tienen nada que ver. Es compleja en su estructura, pero no lo es su lectura. La estructura no pone trabas ni complica una lectura natural.

Años 20

-¿El lector no hallará la huella romántica de su primera novela?

-No. En los años 20 el romanticismo estaba superado. Aunque perviva en el comportamiento y la mentalidad occidental y haya rasgos románticos en los personajes y la sociedad actual. Estamos cambiando el ciclo y prima el cinismo cobardón, que me pone muy nervioso.

-Hay quien lleva matando a la novela desde el XIX. ¿Tiene futuro?

-Siempre querremos escuchar historias. Necesitamos de la ficción y la evasión para que nos de elementos con los que juzgar el mundo. La novela no está en decadencia como género. Y menos muerta. Se renueva y se rehace desde que se creó. Nos encanta escuchar historias, ser el peregrino, el viajero que se detiene en la posada y escucha una buena historia al calor de la lumbre. Es así desde el principio de los tiempos.

-No hay dos sin tres ¿Qué prepara?

-Algo incierto. La caldera bulle y solo veo figuras informes, siempre divertidas y maliciosas. Algo, seguro, saldrá de esa olla.

-'Cabaret Biarritz' ¿encierra una película?

-Podría ser. Es una época que ha dado mucho juego al cine, como la última de Woody Allen. Pero habría que darle una vuelta de guión notable.

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