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Juan Carlos Jiménez: «En el mundo anglosajón, el inglés es en algún sentido menos importante que el español para el hispano»

Juan Carlos Jiménez: «En el mundo anglosajón, el inglés es en algún sentido menos importante que el español para el hispano»

El codirector del proyecto 'Valor económico del Español' presentará las conclusiones en las jornadas Futuro en Español de Colombia que se celebran esta semana

Luis J. Ruiz

Lunes, 11 de diciembre 2017, 19:26

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Hace ahora una década la Fundación Telefónica abordó el análisis del español desde el punto de vista económica. Aquel proyecto comenzó, como suelen recordar sus directores, como una investigación que, en el mejor de los casos, alumbraría una monografía en la que recoger las conclusiones.

Pero la investigación fue abriendo puertas y ventanas hasta convertirse en el estudio de referencia de las implicaciones económicas de un idioma que comparten más de 500 millones de personas. Bajo el nombre ‘Valor económico del Español’, los economistas José Luis García Delgado, José Antonio Alonso y Juan Carlos Jiménez, han dirigido un trabajo en el que han participado más de 200 investigadores y que está recogido en 14 volúmenes disponibles de manera gratuita en la web de Fundación Telefónica . Jiménez, que en el marco de las jornadas Futuro en Español en Bogotá presenta este miércoles las conclusiones del magno trabajo, concede que el español, como cualquier otro idioma, representa “el 16% del PIB” del país que se analice, pero recuerda que su dimensión global va mucho más allá de esa cifra. “¿Cuánto vale compartir una lengua con otros 500 millones de personas? Ahí es donde radica realmente su valor”. Tanto que imagina qué pasaría si de la noche a la mañana los países hispanohablantes olvidaran esa lengua compartida y, por tanto, su capacidad de entenderse. “No se perdería sólo el 16% del PIB. El colapso sería absoluto”. Como en la Torre de Babel.

Durante los diez últimos años ha pilotado una de las investigaciones más intensa y extensa en torno al español. ¿En qué momento se encuentra ahora ese trabajo?

Nosotros seguimos investigando y trabajando porque la investigación tiene tantas vertientes, tantas facetas, que realmente es interminable. Hay que aprovechar las potencialidades de la lengua y una vez descubiertas exige seguir profundizando. Hemos cerrado el ciclo de la investigación, un doble ciclo con la Fundación Telefónica del que han salido 14 libros publicados por Ariel y disponibles en formato electrónico. De ahí han nacido muchos trabajos, ponencias, etc, y ahora seguimos trabajando con una proyección cada vez más internacional. El trabajo se ha presentado en el mundo hispanohablante, pero también en otros ámbitos como el mundo francófono e incluso en el lusófono. Queda mucho por hacer… aunque solo fuera en la difusión de lo que hemos hecho.

¿Es un trabajo que se puede dar por cerrado?

Hasta ahora nos hemos encerrado un poco académicamente para ser capaces de aportar el máximo y ahora toca difundirlo. Se han abierto también muchas puertas que en algún caso hemos podido entreabrir y que dejan un campo enorme para la investigación. Todo al margen de la actualización de datos ya que, por ejemplo, desde que empezamos hace diez años hasta ahora hemos publicado tres ediciones sucesivas del ‘Atlas del español en el mundo’. Cada vez que uno se asoma al mundo hispanohablante se encuentra con que las cifras se han movido al alza en gran proporción. Es una investigación con la que nosotros, en cierto modo, continuamos un embrión del trabajo que un equipo encabezado por el profesor Ángel Martín Municio publicó en el 2003 financiado por BBVA sobre el valor económico del español y en el que dio la cifra ‘mágica’ del 15% del PIB. Retomamos y construimos sobre eso y supongo que luego vendrán otros que, ojalá, discutan nuestros resultados, los amplíen, los difundan. Estamos en esa fase y ni mucho menos hemos puesto un candado final a este trabajo que ha abierto tantas puertas y que tiene tantas potencialidades que sería insensato cerrar la puerta y dedicarse a otra cosa.

Habla de puertas abiertas a nuevas investigaciones, ¿cuáles son las más interesantes?

Estamos estudiando algunos aspectos como, por ejemplo, el bilingüismo. Una de nuestras conclusiones es que la riqueza de una lengua no compite con las demás. Hablar dos lenguas es como ser ambidiestro, un gran privilegio, es una fuente de riqueza y por tanto, en el mundo actual, creemos que el español, más que competir con el inglés, lo que tiene que hacer es afianzarse como lengua complementaria y potenciar un bilingüismo inglés-español comenzando por ese gran mundo de los hispanos que es Estados Unidos, en donde también se está jugando el futuro del español. No hay que empeñarse en que los hispanos de Norteamérica sean monolingües de español, que sería un gran atraso y la forma de que el español desapareciera en una generación. Para que perviva los hispanos de Estados Unidos la tienen que ver como una lengua útil para su trabajo y su vida cotidiana. Conseguir que estén orgullosos de ella como fuente de cultura al margen de que sean unos perfectos hablantes de inglés. Estudiamos esas líneas y también profundizamos en aspectos relacionados con el español y las nuevas tecnologías, pero es un tema tan inabarcable que hay que ir seleccionando algunas de las puertas y ventanas que hemos ido abriendo.

Hacia referencia al español en Estados Unidos. Ese es, quizá, uno de los pilares del futuro del idioma tanto en su vertiente meramente idiomática, de lengua viva en desarrollo, como desde el punto de vista económico y comercial.

Hay que tener en cuenta que el poder de compra de los hispanos norteamericanos supera ya el de los españoles, por poner un ejemplo. Si tomáramos el 2017 como año de referencia, ese poder de compra roza los dos billones de dólares. Es más que el PIB español y estaría por encima de la capacidad de compra de la otra gran potencia hispanohablante, México. Es una cifra verdaderamente extraordinaria y representan ya el 18% de la población y con la expectativa de, en el 2050, ser el 30%. Además, uno de cada cuatro niños en las escuelas de EEUU es hispano por lo que es necesario darse cuenta de lo importante que es que no pierdan el idioma. Sucede algo interesante. Hasta ahora los estudios mostraban que para un hispano ser bilingüe era casi un inconveniente, de hecho no solo no ganaba más sino que en ocasiones había una prima negativa.

¿Y sigue siendo así, se sigue ‘castigando’ ese bilingüismo?

No. A partir del año 2000 esto comenzó a revertirse un poco. En todo caso es llamativo que el mercado no valore que alguien sea bilingüe cuando es una fuente de riqueza. Los nuevos estudios, en lugar de tomar el conjunto de la población hispana han diferenciado entre los que son y los que no son bilingües. Así, han seguido a una cohorte de niños hispanos en EEUU desde Primaria hasta que su integración laboral para ver las diferencias entre los que han perdido el español y los que lo conservan. Cuando se estudia así, se observa que los que no han perdido la lengua ganan más que quienes son sólo monolingües en inglés. Esto nos reconcilia con la ciencia económica, ya que era muy llamativo que fuese peor ser ambidiestro que ser simplemente diestro. No cuadraba con la economía de la educación ni con el sentido común. El que se sienta que es una lengua que merece la pena no perder, que con un pequeño esfuerzo puede conservarse y que se sientan culturalmente orgullosos es muy importante. Esa riqueza del bilingüismo en ese gran laboratorio del bilingüismo que es EE UU nos está ofreciendo unos resultados que son muy interesantes. Es una cuestión de mucho interés para el español.

‘Valor económico del Español’ es un estudio dirigido por tres economistas. ¿Le podemos poner una cifra, un valor al idioma?

Es posible ponerle cifras al español, pero no es razonable asignarle una única cifra. No podemos resumir en un número el idioma porque el valor de la lengua puede ser todo o nada según cómo se mida. Cuando decimos que el español general el 16% del PIB hablamos de un porcentaje similar al que en otros países europeos que hemos estudiado representa su idioma. Cuando hablamos de ese 16% estamos resumiendo muchas cosas e introduciendo también muchos supuestos. Tenemos que imaginarnos qué pasaría si en España o en Colombia perdiéramos la capacidad de entendernos. El colapso del PIB, de la actividad económica sería absoluto. No se perdería el 16% del PIB si los hispanohablantes dejaran de entenderse. Se produciría una Torre de Babel.

Entonces, ¿le podemos atribuir el mismo peso, el mismo valor a todos los idiomas?

Cuando empezamos el trabajo huimos de sacralizar esa cifra. La depuramos, avanzamos metodológicamente en varios aspectos… pero nos preocupamos de ver cuáles eran los beneficios dinámicos. No que el español pese el 16% del PIB, como el polaco pesa el 16% del de Polonia. Pero, ¿es lo mismo para España, para Colombia o para México tener una lengua que comparte con 500 millones de habitantes que hablar de una que está circunscrita a un territorio de 40 millones como sucede con el polaco? No. El español tiene unos beneficios dinámicos y multiplica nuestro comercio exterior, nuestros intercambios de inversiones y de empresas en unos y otros países y facilita de modo extraordinario el que la población pueda moverse entre fronteras. Por ejemplo, el tránsito de población entre México y EEUU tiene que ver con las diferencias de niveles económicos pero a partir de un momento vino determinado porque al otro lado de la frontera había 50 millones de personas con las que inmediatamente uno conecta. Esto se vio claramente en España en la década de los 2000 cuando hacía falta mano de obra para sostener el ritmo de crecimiento económico. Hemos estudiado que la lengua multiplicó por tres la atracción de inmigrantes de la América hispana en relación a otros colectivos con los que no tenemos una lengua en común. En una proporción muy parecida hemos podido observar cómo multiplica por tres el volumen de comercio exterior no de España con Iberoamérica, sino en todo el mundo hispanohablante. El español implica un factor multiplicador por tres. Si observamos el comercio con Iberoamérica, representa una parte pequeña de nuestro comercio exterior, entre otras cosas porque la parte fundamental es con el resto de Europa, pero es aproximadamente el triple de lo que represente Iberoamérica para el Reino Unido, para Francia, Alemania o Italia. Tres veces más. ¿Qué representan las exportaciones a las diez principales economías de Iberoamérica en relación con las exportaciones a los diez principales países del sudeste asiático de parecido tamaño y desarrollo económico? Pues tres veces más. El factor multiplicador por tres.

¿Y qué papel ha jugado en el proceso de internacionalización de las empresas?

Es donde se ha mostrado de una manera más decisiva. ¿Ha ayudado el español en ese proceso? La respuesta es un ‘sí’ con mayúsculas. No solo por toda la documentación que analizamos sino porque hicimos una encuesta a la que nos respondieron casi 3.000 empresas con presencia en el exterior que completamos con entrevistas en profundidad de dos o tres horas con los principales directivos de diez grandes compañía: energéticas, telecomunicaciones, bancos… Nos confesaron que el español fue clave a la hora de determinar hacia dónde salir. Ahora para estas grandes compañías el español ya no es tan importante. Se han hecho mayores internacionalmente hablando y se desenvuelven en todo el mundo, pero para hacerse mayores el español fue absolutamente fundamental como factor determinante. La lengua y la cultura, compartir un patrimonio histórico común, una forma de ser parecida fueron factores determinantes del éxito. Todo esto aporta factores de comunicación y más que poner una cifra al peso del español tenemos un repertorio numérico muy amplio. El valor de un diamante se mide por el brillo de sus múltiples caras y fijarse sólo en una no tiene sentido. Nosotros tenemos un conjunto de facetas de valor que demuestran que el español es una lengua muy valiosa. No como cifra estática, no el 16% del PIB, sino cuánto vale compartir una lengua con otros 500 millones de personas. Es valiosísimo en los intercambios comerciales, en los movimientos de población, en los movimientos de las empresas. Ahí es donde radica realmente su valor.

Pero pese a todo ese peso que ha tenido en la internacionalización de las empresas, a ese factor multiplicador por tres, al hecho de que sea compartido por 500 millones de hablantes el español sigue siendo una lengua con poco peso internacional.

En el ámbito del comercio no es una lengua suficientemente reconocida. En muchos organismos internacionales es oficial, pero no lengua de trabajo… y no digamos nada en el mundo de la ciencia. Son campos en los que el inglés es una lengua tan abrumadora que cuesta hacerse un mínimo hueco. Europa es un conglomerado de lenguas, pero para cualquier país europeo, empezando por España, las dos terceras partes de su comercio es con el resto de países de la UE con los que no comparte lengua. El mundo anglosajón puede comerciar con todo el mundo con independencia de la lengua ya que, finalmente, se adoptará el inglés cuando una de ellas sea anglosajona. Pero en cierto modo, para los hispanohablantes, España y el resto de países, tenemos la percepción de que ha sido una muleta, un refugio. Es más fácil comerciar con países que comparten tu lengua y tu cultura que entrar en mundos desconocidos. El desafío está en que el mundo hispanohablante tenga un alto grado de cohesión comercial y económica sobre unas bases de mayor desarrollo económico y calidad institucional como pasa con el mundo anglosajón. Ese es el desafío, aprovechar ese elemento común tan importante para potenciar todo aquello que hacen los países verdaderamente desarrollados: una mayor potencia económica, tecnológica, empresarial, cultural, científica e institucional.

Y en la actualidad, ¿para quién es más importante el idioma?

Lo que hicieron las empresas españolas en los años 90 es lo que estamos viendo que sucede ahora en Chile, en Colombia, en México, e incluso en Brasil si nos extendemos al mundo lusófono. Las empresas de tamaño medio están intentando repetir el modelo, hacerse fuertes en los países vecinos de lengua, cultura y costumbres. Ese aprovechamiento de la lengua tiene que ver con el momento en que cada país, cada sociedad, puede rentabilizar esa potencialidad.

Es decir que sigue actuando como esa moneda única de la que hablan en su estudio.

Comenzamos a hacer esa metáfora antes de que se agudizara la crisis del euro. Lo que intentamos decir es que la lengua, aunque sabemos que su principal valor radica su función lingüística, de comunicación social, somos muy conscientes de que tiene un valor económico porque es un componente cultural e identitario para los pueblos. Comenzamos la investigación viendo si era posible caracterizar a la lengua como un bien económico y nos dimos cuenta de que era un bien económico de club, que a diferencia de cualquier otro cuanta más gente lo habla más valor tiene, que no se desgasta con su uso sino que multiplica su valor, que permite reducir los costes de transacción… Utilizar ese símil de la lengua común como una moneda común tiene mucho que ver con la capacidad reductora de los costes de transacción, los derivados de la información, de la comunicación y de cerrar un acuerdo con la otra parte. Disponer de una moneda común es una gran ventaja comercial y económica y cuando hablamos de los factores de multiplicación del idioma, es la prueba de que tiene también su traslación como metáfora. Cualquiera de nosotros, y si uno es empresario más, puede ver las ventajas de moverte por otros países sin tener que andar cambiando dinero, con riesgo del tipo de cambio, etc. Cuando nos movemos por el mundo podemos apreciar la importancia de compartir una lengua y una moneda y ver que reducen los costes de transacción y la distancia psicológica.

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