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M. LORENCI.
Viernes, 10 de noviembre 2017, 01:15
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David Hockney es como un Benjamin Button del arte. Como el personaje de Scott Fizgerald, a medida que envejece su pintura es más joven y luminosa. Lo demuestra regresando a sus orígenes en el museo Guggenheim de Bilbao, con el que el pintor vive un fértil idilio. El artista británico vuelve al museo para celebrar su impetuoso y vital regreso al retrato. Una rebelión pictórica contra la tiránica omnipresencia del 'selfi' resumida en '82 retratos y 1 bodegón'.
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