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NOELIA CAMACHO
Jueves, 26 de octubre 2017, 00:41
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El actor argentino Héctor Alterio se repite mucho. Lo confesó ayer en Valencia durante la presentación de 'El padre', el espectáculo que se estrenó anoche en el teatro Olympia y que estará en cartel hasta el domingo. Lo hace en cada rueda de prensa, cada noche que se sube al escenario, en cada momento que habla de un espectáculo que estrenó hace dos años y medio y que es capaz de ser hasta «doloroso» para el público.
Pero también, dijo, es un fingidor. Aunque es uno que se «divierte y entretiene» sobre el escenario. En este caso, interpretando a un padre de familia que se asoma «al pozo negro del Alzheimer». Le acompañan sobre las tablas los intérpretes Ana Labordeta, Luis Rallo, Miguel Hermoso y Zaira Montes en un espectáculo que está dirigido por José Carlos Plaza.
Sin embargo, el intérprete no piensa en la jubilación. A sus 88 años aún le «funcionan las piernas». Y se levantó casi de un salto para que los asistentes a la presentación pudieran corroborarlo. No hay espacio para pensar en retirarse. Le hubiera gustado, manifestó, haber encontrado otro empleo alternativo que poder desempeñar entre proyecto y proyecto. Pero no lo logró y el teatro sigue siendo su motor. «Que una persona anónima pague una entrada y se siente en la butaca es lo que nos mantiene vivos», aseveró. Y rememoró sus inicios. «Fue al final de primaria cuando un profesor me invitó a participar en su grupo teatral para que supiera lo que es estar frente al público y dejara de armar follón a sus espaldas. Ahí empecé y han pasado 70 años. Pero aún me funcionan las piernas», volvió a recalcar pese a que no dudó en confesar que ahora le cuesta más «retener las letras en la memoria».
Siguió negando que vaya a dejar de actuar. «Hay gente que me pregunta 'hasta cuándo vas a seguir trabajando'. ¿Te molesta?», aseguró que les contesta a todos aquellos que quieren retirarle. «Seguiré haciendo esto», aseveró con vehemencia.
No obstante, 'El padre' no es una función sencilla. Alterio contó que uno de los problemas de representarla a sus 88 años es intentar que lo que en ella se cuenta no le afecte porque es consciente de que está en «un tris» de estar en esa misma situación. «Ahora estoy fingiendo que tengo Alzheimer, pero en el momento que lo tenga dejaré de fingir y se acabó», aseveró. También debe enfrentarse a la reacción del público, que es muy dolorosa entre aquellos que vislumbran en la escena un símil con lo que les suceden a sus familiares enfermos. «En esa repetición hay que tener muchísimo tino, delicadeza, las orejas abiertas y no entretenerse. En ese juego me veo obligado a estar en alerta y ahí está la posibilidad de mantenerme vivo en este trabajo porque ese señor que se sienta en la butaca no debe notar las 120 representaciones que hemos hecho», afirmó.
«El Alzheimer es una enfermedad fea, porque es un pozo negro interminable que no se sabe dónde va a llegar ni dónde te puedes agarrar», dijo. Pero ni el actor argentino ni su personaje pierden el humor. La obra tiene pequeños toques de comedia y juega con el espectador. «Plasma un dibujo de esta enfermedad y lo que ocurre alrededor desde «el sentido del humor», aseguró la actriz Ana Labordeta, quien describió que, al estar contada desde la propia cabeza de protagonista, un padre de familia que comienza a perder el contacto con la realidad, «provoca escenas que se repiten y personajes que se desdoblan y no sé sabe si está en la cabeza de este hombre o le están engañando», concluyó.
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