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Triunfadores sin discrepancias
EL RUEDO

Triunfadores sin discrepancias

Diego Ventura y Ginés Marín, primeros en abrir la Puerta Grande de Madrid

JOSÉ LUIS BENLLOCH

Domingo, 28 de mayo 2017, 01:29

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Diego Ventura a caballo y Ginés Marín a pie inauguraron la Puerta Grande de Madrid en este San Isidro-17. Por esta vez y sin que sirva de precedente, sin discrepancias. Dos triunfos de especial mérito: el de Marín en tarde de confirmación con toda la carga emocional que eso conlleva, alternando con una figura consagrada, Juli nada menos, y ante un toro bravo de los que sabes que no puedes desaprovechar a riesgo de quedarte sin excusa alguna; el de Ventura por una actuación tremenda, en los dos toros de su lote y con una exhibición de caballos fastuosa entre los que Nazarí y Sueño se sumaron definitivamente a la lista de las grandes joyas del rejoneo. Ambos dispararon el nivel de una feria que después de una docena de tardes se sustentaba exclusivamente con la gran actuación de Ferrera el domingo anterior y acciones puntuales como la de Talavante, que tuvieron más eco entre la crítica que entre el gran público.

El triunfo de Ginés fue enternecedor, oportuno y merecido. Por tratarse de un chico tan joven frente a un tribunal tan duro/intransigente como el de Las Ventas; porque con las prisas de la sociedad actual antes del año de alternativa ya se comenzaba a dudar de las posibilidades de un torero que había levantado las máximas expectativas; y merecido porque fue una faena de mucho cuajo, con asiento y sin dudas, nada que ver con los trasteos juveniles y superficiales que cabe pensar en torero tan tierno. El toro embistió fuerte y Marín aguantó; el toro pedía mando y Marín le mandó; y todo se lo hizo bonito, con toques de inspiración y mucha serenidad. Y además cayó bien, que es virtud imprescindible para crecer en cualquier manifestación artística. Dio un paso importante en su camino y superó la discreción con la que pasó por la Feria de Abril. Esta vez confirmó todo lo que anunció la tarde del festival de Valencia, que tanto crédito le dio.

Ventura fue un torbellino y entiéndase en la mejor acepción del término. Fue al toro ligero y lo toreó despacio, fue espectacular en la preparación y puro en la ejecución. Definitivamente no es un loco pero enloquece. Está a un nivel top, y, aunque desde la lejanía, cada tarde le echa un desafío a Pablo con el que por cuestiones de despacho no coincide en el ruedo, seguramente porque no se necesitan. El día que se necesiten será la bomba. Como no hay rejoneador grande sin grandes caballos, hay que hacer justicia ahora mismo como principales puntales a Sueño, un castaño con el hierro del propio Ventura, de sangre lusitana y muy joven, apenas cinco años, y a Nazarí, igualmente lusitano, también castaño de capa y con nueve años, que en realidad son sólo dos de las muchas maravillas de una cuadra muy joven en la que también destacan Remate, Morante, Chalana y Fino, entre otros, hasta hacer muy difícil la elección. Entre todos en Madrid, donde vuelven hoy, lo bordaron.

En el despertar de San Isidro, cuando ya comenzaba a imponerse la desilusión, hay que destacar más nombres propios. El primer aldabonazo fue cosa de Ferrera, que en la línea de Sevilla se mostró como un torero deslumbrante con muchos registros, con el bueno, con el malo, en la guerra y en la paz. Talavante fue otro gran protagonista, ha apretado de lo lindo en las dos tardes que ha actuado. En ambas se quedó muy cerca de la Puerta Grande. En la primera puso misterio y distinción, y en la segunda apostó a ganador, cobró una cornada y dejó bien claro que su decisión de estar cuatro tardes en Madrid no era una pose. Y Castella, que como el año anterior se encontró un gran toro, éste de Jandilla, y cuajó una gran faena valorada de forma cicatera por el palco.

Y hay que hacer un párrafo final de destacados y gente de mérito. Álvaro Lorenzo, sólido y solvente en la tarde de su confirmación; El Juli, que fue Juli y se quedó a un pinchazo de abrir la Puerta Grande; y el novillero Colombo, venezolano, que apareció muy hecho y responsable en un momento en que parecían faltar, siempre faltan, novilleros y con el que el presidente se hizo de pedernal antes de reconocerle sus méritos.

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