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MARTA BALLESTER
Martes, 23 de mayo 2017, 20:41
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Para él vivir de la pintura ha dejado de ser un sueño para convertirse en una realidad. Es un hombre tan realista como sus obras. Desde los tres años destacaba dibujando toros y, conocedor de su genialidad con el pincel, apostó por un estilo «marginado». «Porque el realismo es mi forma de expresarme y aunque este poco valorado dentro del arte contemporáneo lucho día a día por abrirme hueco en el mercado, si no es en España, porque no tiene salida, en el extranjero», asegura. Esa energía, que también deja plasmada en sus lienzos, es la que ha llevado a Miguel Ángel Moya a las grandes galerías de Nueva York y ahora de Los Ángeles, donde ya ha conquistado a personalidades como J.J. Abrams o Bumbury.
El arte ha marcado su vida. Precisamente estudiar Bellas Artes fue su primera opción, pero ante el descontento con la forma de enseñar a pintar, «porque la técnica realista era de ser arcaico», cambio de arte y se sacó el título de violinista con el que acabó varios años tocando en la Orquesta de Valencia. Siempre lo compaginó con su pintura, con exposiciones en Denia, municipio donde vivió durante 20 años. Pero fue en en el 2003 cuando despegó para volar alto.
«En la Comunitat no había ni hay salida para el realismo. El Centro del Carmen algo ha hecho pero en el IVAM por ejemplo era impensable», expresa. Por ello acudió a las galerías de Madrid y Barcelona donde se dio cuenta que «hay un negocio donde los pintores de mi estilo están totalmente denostados y apartados». Moya reivindica el valor de cada artista y no de una corriente. «Meter a todos en el mismo saco es una equivocación», afirma.
Y es que sus obras son más que un parecido a una fotografía. No se limita sólo al aspecto artesanal y virtuoso de ser capaz de reproducir una imagen de manera que parezca totalmente real. «Yo utilizo la pintura para decir algo a través de una imagen que compongo primero en mi cabeza y utilizo el que este pintada para reforzar eso que quiero decir. Una pintura tiene más fuerza que una fotografía», explica.
Sus obras han variado en temática. Comenzó recreando los ensayos de los suyos, de la Orquesta de Valencia y poco a poco ha ido marcando su personalidad tras las sombras. Porque peces y seres marinos se han pintado muchos pero nunca antes «metidos en tarros». Esa fue la colección que le llevó a cruzar el charco. Él es de la misma opinión que Picasso: «un aficionado pinta lo que vende y el artista es el que vende lo que pinta». En su caso, pinturas de atmósfera oscura y misteriosas que despiertan todo tipo de opiniones. «Hay gente que opina que es macabro pero yo creo que reflejo los enigmas de la biología y de la vida con un toque de magia».
Primero fue Nueva York en la mítica 'OK Harris Gallery' de la mano de Ivan Karp que trabajó con artistas como Andy Warhol; y ahora Los Ángeles con 'Arcadia Contemporary'. Proyectos no le faltan. La siguiente parada será conquistar el mercado chino. Pero todo desde su casa en Valencia. «Como aquí no se vive en ningún lado y gracias a internet se puede mantener contacto con cualquier parte del mundo», afirma. Moya sabe que «el arte es complicado» pero es consciente de los lugares donde su obra puede tener salida. Vive de lo suyo y por lo tanto vive un sueño. Pero como gran detallista siempre quiere más y con la fuerza de una imagen pintada y su misterio se dispone a conquistar el mundo entero.
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