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Ferrera y José Manuel homenajean al gran Montoliu.
Ferrera, los victorinos  y el espíritu de Montoliu

Ferrera, los victorinos y el espíritu de Montoliu

Crónica de una feria de Sevilla en la que Juli y Manzanares se alzan como los primeros triunfadores

JOSÉ LUIS BENLLOCH

Sábado, 29 de abril 2017, 23:51

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Arranco esta crónica sevillana con la congoja de una tarde desgarrada y torera. De las que no se olvidan. Con el pulso a mil y la responsabilidad de rendir honor a los toreros valientes y a los toros encastados. Es de justicia, tardes así son las que reivindican la verdad del toreo. La historia tiene nombres propios: Antonio Ferrera, la plenitud de un artista, los toros de Victorino, Ureña, el mismo Escribano y el espíritu de Montoliu encarnado en su hijo José Manuel, enseñoreándose de una Maestranza rebosante y sensible. Entre todos pusieron la feria en los cielos. Nada parecía fácil ni gratuito ni superfluo, cada pasaje era un envite, la vida puesta al albur del destino, al servicio de un arte imperecedero, tres horas de festejo que parecieron una eternidad, tres toreros, seis toros, las figuras puestas en entredicho y el público que se resistía a abandonar la plaza, lo explica todo.

La actuación de Ferrera desde que se abrió de capa hasta que abandonó la plaza fue ejemplo de torería, de capacidad lidiadora, de puesta en escena, de sentido del espectáculo en tercios de banderillas tremendos, de riesgo controlado, de ambición, en sus toros y en los quites a los de sus compañeros. Y por añadidura la sensibilidad personal. En el cuarto toro se acordó del admirado Manolo Montoliu -veinticinco años de su cogida mortal en esta plaza- y propuso a su hijo José Manuel un homenaje compartido. Y no podía haber mejor homenaje a Manolo que un tercio de banderillas en la Maestranza. Atacó un pasodoble la banda del maestro Tejera, se tensionó el público que adivinaba emociones fuertes, más fuertes aún, las gargantas se secaron: por delante Ferrera, vistoso y comprometido, a continuación José Manuel en el estilo de la casa, un pitonazo en la rodilla lo derribó con estrépito y sin consecuencias, y, para cerrar, Ferrera al quiebro, para que quedase claro quién era quién. El abrazo de los dos toreros y el brindis al cielo, ¡va por ti Manuel!, es de lo que no se olvida.

Hay que decir además que Ferrera cortó la oreja de ese toro, toro muy complicado por una faena tremendamente poderosa y torera, que Ureña estuvo muy bien en su primero al que cortó otra oreja y que Escribano, que tuvo el mejor toro, peleó por no quedarse atrás.

Lo de ayer rompió la feria aunque las hostilidades habían comenzado el jueves. Lleno total. Agua. Podría decir baño. El de El Juli a los compañeros de cartel. Decepción y sorpresa en este caso a cuenta de los toros de Garcigrande. Tan interesantes en Valencia y en Castellón y tan grandones en Sevilla. Tan deslucidos. Ahí comenzó la decepción. No eran toros para Sevilla. Sevilla en cuestión de toros siempre fue otra cosa. Se apuntaban a la belleza, a la armonía. Tanto que acuñaron un término para la ocasión, el toro sevillano. Serio pero guapo. Y de paso se diferenciaban de Madrid. Eso lo llevaron siempre a gala y lo agradecían los ganaderos y los toreros y los amigos de lo ponderado. No fue el caso. Tampoco sé si vino así por accidente o si fue calculadamente provocado porque acabó desequilibrando la balanza de las posibilidades de la terna. Aquellas moles era lo que menos le iba a Morante y no digo que le fuesen bien a Juli pero sí que le iban menos mal que a ningún otro como se pudo apreciar. Juli empeñado -y se empeña todas las tardes- puede con todo. Y no mento a Talavante en ese contencioso porque esta vez anduvo de paso.

Manzanares y su Sevilla

El viernes sin que nos diese para tirar cohetes mejoramos. Llover, llovió, pero menos. Manzanares, fiel espada triunfadora, monumentales los pases de pecho, reactivó su romance con Sevilla, cortó dos orejas y siempre habrá quien piense que tuvo toros para más; Ponce pagó su fidelidad casi enfermiza con los toros de Juan Pedro; López Simón no entendió que estaba en la Maestranza, ni que todo tiene su medida, ni que el uso y abuso de rodillazos puede herir según qué sensibilidades y las hirió; la corrida de Juan Pedro, muy guapa, muy sevillana a diferencia de las moles de la víspera, aunque muy feble, digamos que mejoró anteriores comparecencias. No más, no echen las campanas al vuelo.

La Feria de Sevilla, que en realidad es de la humanidad, arrancó entre dos aguas y así se mantuvo hasta ayer. En lo artístico, por lo que les he contado y porque se esperaba más -en los toros siempre se espera más-; y en la realidad porque llovió en los dos primeros grandes acontecimientos y todo se deslució. Que llueva en Feria de Abril no es fenómeno extraño ni nada por lo que haya que señalar al cambio climático ni maldecirse. Al contrario. La lluvia en Feria es compañera habitual y aceptada. Los agricultores lo agradecen y calculan si llega a tiempo de prolongar unas semanas el pasto de la primavera o de engordar la cosecha de pipas o el grano de los cereales y dan por bien empleadas las molestias.

Puerta del Príncipe

Si cae despaciosa y a compás como dicen por aquí abajo, lo que equivale a llover con conocimiento como decimos por nuestra tierra, bienvenida. Se abren los paraguas, los vendedores de impermeables -impermeables chinos- de la Puerta del Príncipe, principalmente gitanas que en tardes de sol te leen el futuro en la palma de la mano, hacen su agosto. No hay precio fijo. ¡A euro, a euro!. a dos euros, a tres según arrecie el agua y se acerque el comienzo de la corrida. Es la oferta y la demanda en estado puro, algo parecido a lo que los alumnos de Deusto llaman impacto indirecto de una actividad económica. Las flamencas, por su parte, se remangan los volantes, los caballeros dan por perdido el puro habano que a esas alturas ni sabe ni tira víctima de la humedad y si el cartel, como sucedió estos días, es de postín nos apretujamos todos en las graderías que por una vez cambian los tonos primavera pastel de las corbatas sevillanísimas y de los lunares por el negro zaino de los paraguas y los plásticos de las gitanas a modo de un invernadero protector. Ya vendrá la tarde en la que se pueda lucir palmito. Es lo que ha sucedido hasta ahora. Y lo que andamos esperando. Por cierto entre el agua y los telediarios la presencia de celebrities y políticos ha descendido a la espera de que escampe y/o calmen los jueces.

Mañana hace años

Decirles que el jueves, los jóvenes, Garrido, Lorenzo y Marín no salieron lanzados como se espera pero no perdieron crédito, aunque sí lo ganaron los toros de Torrestrella, que parecen resurgir de sus años de ostracismo. Y que mañana se cumplen años, veinticinco ya, de la tarde negra en la que perdimos a Montoliu en esta misma plaza. El día en que Manolo se hizo inolvidable en la historia grande del toreo, le puso un eslabón más a la cadena de banderilleros valencianos, la de los Blanquet, Morenito y demás y les ganó la partida a todos los grandes que en el toreo lucieron de plata. Por eso ayer, la propia Sevilla, Ferrera y su hijo le rindieron un homenaje en el no cabía más honor ni mas torería.

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