Borrar
El padre Revilla bendice a legionarios antes del combate en 1921. :: r. c.
El desgaste  de la Guerra  de Marruecos

El desgaste de la Guerra de Marruecos

El general Salvador Fontela cree que los largos combates en el Rif pudieron acortarse con más decisión política

DANIEL ROLDÁN

Sábado, 29 de abril 2017, 23:51

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

madrid. Una tierra de oportunidades. Ese territorio que se divisa desde las costas de Cádiz, a 15 kilómetros al sur de Gibraltar, era una válvula de escape para numerosos españoles que vivían en paupérrimas condiciones en la España que estaba a caballo entre el final del siglo XIX y comienzos del siglo XX. Una época, además, de un país en franca decadencia, enfermo de abulia, como acusó el filósofo Ángel Ganivet. Una situación que se agravó con la guerra con Estados Unidos, que terminó con Cuba, Filipinas, Puerto Rico y Guam en manos norteamericanas.

Un país, para muchos, sin perspectivas claras de futuro. En cambio, al otro lado del Mediterráneo, se perfilaba Marruecos, ese lugar ideal para personas sin recursos y personal de la Administración que quería hacer méritos militares y buscaba currículum para ascender. Y un sitio para asentarse: a lo largo de la historia del protectorado nacieron entre 40.000 y 50.000 españoles. Una situación de expansión por la 'zona de influencia española', fijada por el tratado firmado con Francia en 1904, y con la complicidad, por llamarlo de alguna manera, del sultán Abd al-Aziz.

Pero a los bereberes que vivían en el Rif, los acuerdos de expansión de las grandes potencias no les importaban mucho. Y en 1907 comenzaron a luchar en una guerra que no fue una guerra -nunca se declaró formalmente- y que duró dos décadas. «Fue tan larga porque no hubo un plan concreto por parte de los políticos», destaca el general de brigada en la reserva Salvador Fontenla (Huércal-Overa, Almería, 1946), historiador militar y autor de 'La guerra de Marruecos' (La Esfera de los Libros), donde recoge en su conjunto esos veinte años de desgaste, tanto social como militarmente. «Fue una guerra de guerrillas, de mucho desgaste para las tropas españolas porque se buscaba la caza del europeo», explica el autor.

Administración occidental

Unas características que se pudieron ver décadas después tanto en Vietnam como en Afganistán. Sobre todo en este montañoso e inhóspito país, donde los muyahidines realizaban pequeñas y continuas operaciones de hostigamiento a los soviéticos. Pero la diferencia entre la Guerra de Marruecos y los dos conflictos asiáticos está en el resultado. «Los americanos tuvieron que salir de mala manera después de muchos años y los soviéticos dejaron el país igual o peor. España, como Francia, logró pacificar el territorio. Se introdujo una administración occidental cuando antes esa zona estaba gobernada como un Estado feudal», apunta el general Fontenla.

Un conflicto en un terreno complicado, montañoso, donde era muy complicado saber cuántas bajas tuvo el Ejército español, la policía indígena o las harcas, los pueblos que combatían del lado español. Solo en los grandes enfrentamientos se puede saber casi con exactitud las bajas españolas. En el Desastre del barranco del Lobo, el 27 de julio de 1909, perecieron 153 soldados y más de 500 resultaron heridos; un suceso, unido a la gran llamada de reservistas, que sirvió de mecha para la Semana Trágica de Barcelona.

En ese comienzo de la guerra el Ejército estaba todavía reiventándose tras 1898. «Eran unas tropas totalmente de reemplazo», apunta el historiador militar, quien señala que los soldados tenían entonces un armamento moderno. Sin embargo, la falta de decisión de los políticos hizo que el conflicto se enquistase hasta el 27 de mayo de 1927. «Los gobiernos no querían dar más dinero para evitar que hubiera más bajas en Marruecos. Al final consiguieron todo lo contrario: al no haber dinero para nuevos materiales, había un goteo de muertos y heridos constantes», explica el autor. «Todas las acciones se decidían desde Madrid, por pequeñas que fueran. Había demasiados bandazos», argumenta.

Los cambios en la política, en muchas ocasiones, venían provocados para contentar a la opinión pública. El Desastre de Annual (22 de julio de 1921) acabó con la muerte o la desaparición de entre 8.000 y 10.000 personas, con más de mil prisioneros y con el adiós al Gobierno de Allendesalazar. Pero también provocó una nueva inversión en material militar que permitió posteriormente el desembarco de Alhucemas. «Fue modélico, teniendo en cuenta que pocos años atrás los británicos habían fracasado en Galípoli. Años después se estudió cómo se realizó», asevera el general Fontenla.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios