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Rajmáninov desafió a las tendencias de su época

PPLL

Sábado, 26 de noviembre 2016, 00:23

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R hodes descubrió la música a los siete años y no tardó en enamorarse de ella. La culpa lo tuvo Bach y, en concreto, su 'Chacona'. Cuenta el autor que este compositor estuvo rodeado de muerte y que eso influyó en su trabajo. Cuando tenía cuatro años fallecieron sus hermanos más próximos, después su madre, y más tarde su padre. Él entonces dedicó su vida a componer. Acepta lo que le pasa y vive todo lo bien y creativamente que puede. La 'Chacona', por cierto, llegó tras la muerte de su mujer.

E l compositor nació en una familia en la que abundaba el alcoholismo, la violencia doméstica, los abusos y la crueldad. Conviene saberlo cada vez que se escucha a Beethoven. Relata Rhodes que 'Sonata para piano nº 32, op.III' es una pieza que habla de sentimientos, de mirar al interior y que le sirvió al músico para reafirmarse en sí mismo, en lo que quería ser y en lo que el mundo trataba de impedirle. «Beethoven vivió eso todos y cada uno de los días de su puta vida», concluye el autor.

F ue uno de los máximos exponentes de la música impresionista francesa y, según Rhodes, asexuado. Declaró que su única relación amorosa había sido con la música y, por tanto, toda esa energía sexual reprimida acabó colándose en sus composiciones. Confesó que su música le hacía sudar sangre y que tenía que arrancarse cada nota con dolor. Rhodes recomienda 'Trío para piano', que define como «una fuerza de la naturaleza: visceral, energético y más grande que los tres instrumentos para los que se compuso».

A Listzt le culpa de que los pianistas tengan que ejecutar de memoria recitales de piano enteros, ya que hasta ese momento jamás se había hecho: los músicos recurrían a la partitura. «Esta estrella del rock del siglo XIX hizo añicos las convenciones interpretativas al ofrecer de memoria largos recitales de piano, al tocar más rápido, con mayor volumen, potencia y violencia de lo que nadie había hecho nunca», asegura el autor, que define al músico como «un showman y un mujeriego».

E l concertista establece la siguiente comparación a propósito de la Sinfonía nº 41 'Júpiter' compuesta por Mozart: «En la coda final del último movimiento abre con una fuga a cinco partes: un asombroso y milagroso ejemplo de composición orquestal que jamás se ha superado. Imaginad que el mismo tema se repite cinco veces, pero cada uno entra con retraso respecto al anterior y todos ellos tienen que combinarse. Es el equivalente musical de hacer malabares con quince motosierras», concluye.

A Rhodes le gusta tanto este autor que se tatuó su nombre en cirílico en el antebrazo. De él descubre que se sometió a hipnosis para tratar de superar la depresión, que se casó con una prima hermana y que fumaba compulsivamente. Al margen de estos datos desafió a las tendencias de la época, en la que Stravinski, Schönber y otros despotricaban contra la tiranía de la barra del compás y celebraban la emancipación de la disonancia forzando los límites de la tonalidad hasta romperlos. Pero Rajmáninov se mantuvo firme.

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