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Santiago Posteguillo, en el interior del Museo Arqueológico de La Almoina de Valencia.
Santiago Posteguillo: «Vivimos tiempos  de enaltecimiento  de la incultura»

Santiago Posteguillo: «Vivimos tiempos de enaltecimiento de la incultura»

El autor valenciano Santiago Posteguillo Escritor cierra con 'La legión perdida', que ha salido ya a la venta, la trilogía de Trajano

CARMEN VELASCO

Lunes, 29 de febrero 2016, 20:53

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Santiago Posteguillo multiplica el riesgo en el cierre de la trilogía de Trajano: dos tiempos narrativos (siglo I antes de Cristo y siglo II después de Cristo) y cuatro imperios (romano, parto, kushan, chino). 'La legión perdida' (Planeta), que salió a la venta la semana pasada, pone fin a «siete años de trabajo y 3.600 páginas». Sostiene el autor valenciano que cada novela es «como una tesis doctoral pero con decenas de jurados», pero el doctor en Filología Inglesa resiste bien el juicio ajeno. Hasta la fecha, dice, ningún historiador ha 'pillado' al doctor en Filología Inglesa en un error o imprecisión con los hechos pretéritos. También soporta con sentido del humor los comentarios sobre la extensión de sus novelas: «No soy un autor que escribe al peso, pero tampoco voy a presentarme al concurso de literatura breve. Para mí no existen las novelas largas o cortas, sino las entretenidas. Mi primer objetivo es entretener al lector». Con esa voluntad presentará 'La legión perdida' en Aula LAS PROVINCIAS el próximo 3 de marzo en el Museo L'Iber de Valencia.

En el cierre de la trilogía de Trajano, su sexta novela, ¿cuál era el reto?

'La legión perdida' es un juego de espejos, tanto en el espacio como en el tiempo. Abarca cuatro culturas del mundo antiguo a la vez: Roma, Partia, India (imperio kushan) y China (la dinastía han) porque a la hora de contar cuando Roma atacaba otro imperio, me quedaba la duda de cómo los otros territorios se enteraban y lo hacían a través del cordón umbilical de la ruta de la seda. Me interesaba romper el eurocentrismo y contar el conflicto reflejado también en el otro extremo del mundo. Documentalmente el reto era brutal porque he tenido que trabajar con textos en parto, sánscrito y chino clásico para lo que he tenido que recurrir a traducciones al inglés o a expertos en esas lenguas. Además, se sumo el desafío narrativo de espejos en el tiempo porque yo podía haber contado la conquista de Partia por parte de Trajano, pero para entenderlo debían sobreponerse al fantasma de la legión perdida, también conocida como craso error, es decir, cuando el cónsul Craso quiso conquistar Partia y cruzar el Éufrates, algo que fue un desastre total, murió él y su hijo y una legión acabó apresada por los partos. Si la expresión craso error ha llegado a nuestros días 2.050 años después, imagínense cómo de presente tendrían en el imperio romano el desastre ocurrido hace 150 años... En la novela cuento en paralelo la legión perdida y el fantasma que persigue Trajano. Era un reto narrativo y me preocupaba que no se entendiera, pero estoy muy satisfecho del resultado.

Recurre a batallas, lucha por el poder y personajes que se quieren apropiar de la Historia. ¿Son tres ingredientes imprescindibles para que la novela histórica llegue al gran público?

Mi horquilla es muy amplia, desde el niño de 10 años al adulto de 98 años. Cada vez tengo más lectoras, algo que demuestra que mis novelas no son sólo batallas. Las empresas bélicas son escenas de acción que imponen dinamismo narrativo al relato, algo que resulta atractivo para lectores que no se leerían 1.000 páginas. En esta novela hay tres grandes batallas: la de Carrhae, la del Tigris (cuando Trajano tiene que atravesarlo contra 4.000 partos) y Kangchú, donde supuestamente la legión perdida lucha contra tropas chinas en el siglo I a.C.

Habla de lectoras, pero en sus novelas predominan los personajes masculinos...

Me preocupa mucho la presencia de personajes femeninos en mi obra y busco el equilibro, pero la Historia la han escrito hombres y ellas siempre quedaban relegadas. Yo aplico el test de Bendchel/Wallace (por el cual al menos dos personajes femeninos con nombre propio hablan entre sí de algo más que de hombres), pero esforzándome mucho. He rebuscado en la Historia para encontrar personajes de mujeres, me topé con la emperatriz viuda Deng, alias 'la pacificadora', y con la hija princesa de Osroes, que no tenía nombre, pero di con la tesis doctoral de la historiadora Maria Brosius sobre la mujer en la Persia preislámica que recoge nombres habituales de princesas en la dinastía arsácida. Tardé una semana de trabajo en poner nombre a la hija de Osroes y me decanté por Aryazate.

No hay spoiler: Trajano muere. ¿Se siente liberado?

No, me entristece. El emperador hispano es un personaje que merece ser recordado, se gastaba el dinero en bibliotecas, baños públicos, basílicas para hacer justicia y el único detalle que tuvo para con él fue la columna, pero por contra tengo la satisfacción de haber terminado 3.600 páginas de un proyecto de siete años, que ha conectado con miles de lectores. Para evitar la sensación de '¿y ahora qué?' ya estoy trabajando en el siguiente título porque una novela no sale en tres tardes, he de empezar ya para que de aquí dos años haya otra obra. No abandonaré el género histórico, probablemente deje Roma, me gustaría que fuera un libro independiente, sin trilogía, y rescataré a un personaje olvidado, como sucedió con Escipión y Trajano.

¿Se siente un autor intruso en tanto que no es historiador y profundiza en el pasado de territorios que no son el país donde nació?

Tengo buena relación con los historiadores porque han entendido que respeto mucho la Historia y me lo trabajo. No hay intrusismo porque mucho de lo que somos viene de Roma incluidas las luchas por el poder que podemos ver hoy mismo sobre si pactan o no los partidos políticos para investir al presidente del Gobierno. La historia de Trajano es también historia de España, pero si la cuestión es si pretendo hacer una novela histórica de España como Estado he de decir que tengo ideas y tentaciones importantes e incluso he hecho viajes para documentarme, pero se me ha cruzado otro personaje.

¿Es momento para reivindicar Valencia como escenario literario?

Procuro ser persona agradecida y nunca podré decir que no soy profeta en mi tierra porque he recibido numerosos reconocimientos y alguna vez he pensado en cómo devolver el aprecio. Me han propuesto temas, pero la literatura no funciona así, es decir, el artista es un ser extraño que debe enamorarse de una idea. Es cierto que voy con el radar puesto a la caza de esa idea que me enamore y que puede estar a la altura de lo que los lectores desean. Prefiero que me pregunten cuándo voy a hacer una novela sobre Valencia a hacer un título para cumplir un trámite. Tengo una idea sobre un personaje real que estaría en la Comunitat, pero tiene distintos problemas narrativos que he de aclarar.

El pasado ha dado grandes personajes, pero ¿quién está haciendo historia en el presente?

El último gran personaje histórico es Nelson Mandela, que cabalga entre el siglo XX y XXI. Luther King y Gandhi también son incuestionables y cualquiera que hiciera una trilogía con ellos estaría más que merecida. Al papa Francisco habrá que evaluarlo al final de su pontificado, pero ha sorprendido a muchos. Quizá como había habido tanto inmovilismo en la Iglesia da la sensación de que Bergoglio se mueve mucho. Por aquí cerca, acotando la pregunta, veo más héroes anónimos, como trabajadores de ONG que viajan al mar Egeo para ayudar a refugiados o médicos que se van a África para luchar contra el Ébola, que personajes que hagan historia.

¿El entretenimiento que no ilustra es un ocio vacío?

No, no necesariamente. Todos necesitamos ocio. Los videojuegos no creo que amplíen mucho los horizontes del conocimiento, pero en determinados momentos las personas sólo necesitan evadirse. Sucede lo mismo cuando vemos películas que aportan poco pero al menos nos hacen reír, que no es poco, porque la risa es catártica. No todo ocio debe conllevar adicionalmente conocimiento pero si lo puedes aunar, mejor.

¿Ve la serie 'El ministerio del tiempo' de TVE?

He visto algunos capítulos y me gusta cómo juegan a mover la Historia para que no cambie. Me parece una distracción ocurrente y puede atraer a un público más joven hacia la Historia, que se pregunte quién es Spínola, vaya a la wikipedia y conozca qué hizo.

En las últimas elecciones generales, los candidatos a la Moncloa obviaron hablar de cultura. ¿Son tiempos de enaltecimiento de la incultura?

Sí, vivimos tiempos de enaltecimiento de la incultura, pero no sólo en España. En todo el mundo Occidental se está intentado, en la medida de lo posible, evitar la evolución hacia la educación que empezó en el siglo XIX con la universalidad de los procesos de alfabetización y la escuela. Los poderes fácticos, los que gobiernan de verdad, es decir, las empresas de telefonía móvil, las eléctricas y los dueños de los fondos de inversión se han dado cuenta de que hemos llegado al límite de lo que interesa que sepa la ciudadanía y que conviene que la gente vuelva a no saber. Esto no se puede hacer a lo burro, pero sí con sutilezas como la telebasura, la permisividad con la piratería o el IVA al 21%. Para quienes nos gobiernan, cuanto más daño hagas a la cultura, mejor. Mención aparte merece el conflicto de las pensiones de los escritores, parece que los poderes fácticos que promueven la incultura en España, si pudieran, harían desaparecer a los autores. Winston Churchill decía que la democracia sirve esencialmente para quitar al que está. Lo malo es cuando tampoco tenemos recambios de los políticos que sean idóneos.

El escenario que plantea se parece al de la novela 'Fahrenheit 451', de Ray Bradbury.

Estamos en esa línea, sí. Para no ponerme apocalíptico quiero creer que hay otros muchos que luchan utópicamente en el frente contrario al de los poderes fácticos, es decir, que pese a los obstáculos continúan escribiendo, publicando y haciendo teatro, cine, música. Es una lucha desigual, pero yo no me pienso rendir.

En este contexto, ¿el lector es un rebelde, un disidente o un valiente?

El ciudadano que se gasta su dinero en adquirir un libro en formato papel es un gran rebelde. Es el que mantiene viva la rebelión.

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