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Un grupo de turistas recorren la ciudad.
A Valencia le llueven las guías

A Valencia le llueven las guías

Los comercios veteranos, los rincones insólitos o los restaurantes y tiendas más vanguardistas son algunos de los lugares de la ciudad que se destacan

MIKEL LABASTIDA

Lunes, 4 de enero 2016, 20:46

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«Hubo un tiempo en que la mayoría de guías se centraban en los aspectos más tópicos y en los lugares más representativos para visitar porque en muchos casos estaban enfocadas al viajero foráneo. De un tiempo a esta parte, el interés de los propios valencianos por su ciudad ha favorecido la aparición de nuevas iniciativas y publicaciones que permiten abordar Valencia desde nuevos puntos de vista». Lo tiene claro Roberto Tortosa cuando se le pregunta por la aparición de publicaciones que buscan aspectos menos convencionales de Valencia. Si repasáramos las guías turísticas de hace unos cuantos años comprobaríamos como muchas de ellas invitaban a acudir al palacio de Ripalda, al balneario de las Arenas o al Baratillo, como se denominaba al antiguo Rastro que se ubicaba al lado de la Lonja. Las de hoy nos sugieren que visitemos cementerios, que reparemos en antiguas fábricas, que nos deleitemos con farmacias y ultramarinos con solera o que nos detengamos en mercados y solares. Es la misma Valencia, pero vista desde diferentes perspectivas.

Encontrar enfoques inéditos, sorprender a los habitantes de la ciudad, proponer recorridos alternativos y contentar a otros públicos son algunos de los objetivos de guías turísticas aparecidas recientemente y que observan a Valencia con ojos que ven más allá de la playa, de la Albufera y de la Ciudad de las Artes y de las Ciencias. Roberto Tortosa siempre ha animado a ir por la calle mirando hacia arriba o a los lados para no perderse nada, porque las prisas y el móvil incitan a prestar poca atención a los detalles. Afortunadamente ahí estaba él para no dejar escapar ningún lugar curioso. Y hace un tiempo decidió compartir sus hallazgos por internet lo que le hizo ser consciente del interés que despertaba su Valencia insólita. «Siempre hay algo por descubrir. Si no fuese así la ciudad carecería de misterio. No es que vayas buscando rincones secretos, pero deambular por la ciudad y no perder nunca la curiosidad propicia que, tarde o temprano, acabes encontrándote con ese lugar que desconocías», afirma.

Ahora esas paradas particulares forman parte de un libro editado por Sargantana y que ayuda a visitar Valencia más allá del patrimonio cultural más representativo. Lo hace a través de 400 rincones. No hay grandes catedrales, pero sí pequeñas ermitas. El único palacio que aparece, el Real, está en ruinas. Se cita una imprenta donde no se edita nada y que sirve de plató de cine y una tabacalera que ahora acoge oficinas del Ayuntamiento. «Siempre me ha sorprendido la cantidad de sitios curiosos que pueden llegar a permanecer escondidos en el interior de algunos patios de manzana, y por lo tanto, no visibles desde la calle: iglesias, fragmentos de muralla, jardines centenarios, tramos de calles medievales, edificios industriales», confiesa el autor.

Unos cuantos se hallan ocultos, otros tantos fueron destruidos y sólo nos quedan imágenes y el testimonio de los que los conocieron o los que los han estudiado. En eso han estado y están Ángel Martínez y Andrés Giménez que en 2011 crearon el blog 'La Valencia desaparecida', que se convirtió en libro tres años después y del que ahora Temporae publica la continuación, con 106 fotografías antiguas y otras tantas actuales. El principal atractivo de esta guía reside en comparar cómo eran y a qué se dedicaban algunos edificios por los que transitamos con asiduidad. Así es posible descubrir que unas grises oficinas fueron un día un gran teatro, que un bloque de viviendas ocupó el lugar de un palacio o que un antiguo estudio fotográfico fue sustituido por una cafetería. A veces es interesante ver más allá de lo evidente. Y esta guía ayuda a ello.

En eso se ha afanado también Rafael Solaz, quien por cierto es autor de la 'Guía de las guías de Valencia' a la que le correspondería ya una secuela porque en los últimos catorce años han surgido no pocos nuevos títulos. Solaz, investigador, bibliófilo y documentalista, sabe mucho de miradas paralelas y ocultas y siempre ha mostrado predisposición por mimarlas, como se demuestra en sus obras 'La Valencia del Más Allá' o 'La Valencia rescatada'. Ahora de la mano de Rom Editors ha reeditado 'Valencia, ciudad de postal', rebautizado como '1900 Valencia en imágenes', que incluye una serie de paseos a pie que parten de las Torres de Serranos y circulan por el casco antiguo hasta llegar al Palacio de la Generalitat.

Concienciar de la necesidad de conservar la memoria y los espacios históricos es un objetivo que reúnen todos los autores de las guías. Incluso en la de Vicent Molins y Ramón Marrades, editada por Drassana y dedicada a galerías, librerías o restaurantes más o menos vanguardistas, tiene protagonismo lo veterano y auténtico. «Además de nuevos espacios y nuevos usos nos ha encantado que aparezcan lugares íntimamente emblemáticos: desde el bar Alhambra a la barraca de Toni en Meliana pasando por los hornos del Perelló o el bar del mercado de Rojas Clemente», explica Molins, que comanda una guía con «tres grandes áreas que tratan de englobar lo que ocurre en Valencia: los barrios, arquitecturas, paisajes, etc; los lugares donde comprar y comer; las oficinas y talleres donde se 'fabrica' la ciudad». «A partir de ahí es un recorrido por sitios y personas que nos parece que desvelan precisamente esa trastienda de la que antes hablábamos. Si nos hubieran dejado el libro tendría 2.000 páginas», resume el colaborador de LAS PROVINCIAS. De momento son 239 páginas, suficientes como para aunar 1.000 referencias que sirven para sacar pecho de una ciudad, con muchas particularidades y un montón de lugares especiales, que a veces se quiere poco a sí misma. «Echábamos a faltar que guías que existen en la mayoría de ciudades europeas -con diseño muy cuidado y reseñas más allá de los típicos turísticos- estuvieran también en Valencia. Se trata de creernos valores que tenemos a nuestro alrededor y a los que no les dábamos demasiada importancia. El otro día comentaba con el cocinero Bernd Knöller como el puerto de Catarroja, una joya monumental, apenas tiene ninguna presencia como reclamo valenciano. Él decía que si estuviera en otro sitio lo conoceríamos mucho más. Son esas pequeñas verdades, que nos encantan, que no son ningún invento sino algo muy propio, lo que nos obsesiona transmitir», aclara.

Para eso son importante nuevas voces que pongan en valor lo cotidiano. No hace demasiado Gumersindo Fernández y Enrique Ibáñez lo hicieron, por ejemplo, con una guía de 'Comercios Históricos de Valencia', que recorría establecimientos casi museos por su trascendencia y popularidad, como Discos Oldies, la Casa de los Caramelos o El asilo del Libro. ¿O no son estos tan conocidos como los Santos Juanes o La Lonja en Valencia? En la combinación de lo antiguo, que prevalece y se conserva, con lo nuevo, que trata de localizar su espacio, está el punto al que quieren llegar todas estas guías.

«Más que una Valencia nueva, que tampoco es eso, estamos ante una Valencia que comienza a incorporar reclamos distintos a su discurso: su esencia de barrios, la importancia de l'Horta a su alrededor, el jardín del Turia como conector de todo, la efervescencia cultural de los festivales urbanos, su posicionamiento como un buen lugar en el que trabajar para nuevos profesionales extranjeros... Percibíamos que todavía no se había plasmado todo eso es una guía. Era, es, el momento», subraya Molins.

«No existen guías perfectas, todo depende de lo que esperes encontrar en ellas. Pero puestos a elegir, me inclinaría por aquella capaz de aportar una visión global de la ciudad a través de distintas perspectivas, disciplinas o temáticas. Algo así como 'Hay muchas Valencias, pero están todas dentro de ésta'», añade Roberto Tortosa.

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