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El proyecto creaba un museo nuevo, integrado en el entorno y con una piel que cubría el exterior.
De premio Pritzker al olvido

De premio Pritzker al olvido

La ampliación del IVAM nació en 2003 pero ningún Consell ha lanzado el proyecto

Carmen Velasco

Lunes, 6 de julio 2015, 20:56

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Hace cinco años el premio Pritzker reconoció la trayectoria de Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawahan. El prestigioso galardón distinguió las creaciones dominadas por la ligereza, transparencia y sencillez de los arquitectos japoneses. En 1995 unieron sus destinos artísticos para crear el estudio Sanaa, desde hace tiempo, centro de gran interés internacional.

La glosa de la arquitectura de Sejima y Nishizawahan está justificada casi siempre (ahí están sus edificios y sus galardones), pero también tiene un origen de cariz valenciano. Los arquitectos japoneses fueron los responsables de diseñar el proyecto de ampliación del IVAM, que se presentó públicamente en 2003.

La Fundación Hyatt de Chicago, que otorga el Pritzker, dijo en su fallo que ese proyecto, conocido como la piel del IVAM, ofrecía una "solución única", con una estructura metálica perforada que rodearía al actual edificio para dejar pasar la luz, el viento y la lluvia, y lo integraría con el entorno. Pero esa solución magistral nunca llegó a Valencia porque, además, tenía un elevado precio: alrededor de 45 millones de euros. No hubo dinero para la propuesta de Sanaa y tampoco el Gobierno central mostró interés económico para sacar adelante el proyecto. Sin el apoyo del Ministerio de Cultura, algo de lo que aún adolece la pinacoteca, no podía prosperar la iniciativa arquitectónica.

¿Qué pasó con la piel? Se marchitó, se arrugó, envejeció, palideció... Se olvidó. El proyecto dejó de ser prioritario para los sucesivos Consells del PP. Ninguno de los seis titulares de Cultura han lanzado la ampliación del IVAM. Se concibió bajo el mandato de Manuel Tarancón, pero ni Esteban González Pons, Alejandro Font de Mora, Trini Miró, Lola Johnson o María José Català tuvieron voluntad política de encauzar la cuestión.

El enemigo del IVAM, dicen, fue el Palau de les Arts, que comenzó a ser destinatario de grandes inversiones. El museo valenciano, un icono de modernidad que en sus inicios vertebró la cultura urbana, resultó ser el damnificado de una gestión política que cayó rendida a la espectacularización arquitectónica de nuevo cuño, es decir, a la creación de ciclópeos contenedores culturales en edificios emblemáticos y, en muchos casos, firmados por arquitectos estrella. La Generalitat se entregó a numerosos grandes proyectos pero no había presupuesto para abarcarlos todos. Hubo que jerarquizar intereses y el IVAM no fue prioritario. A la falta de iniciativa política y a la ausencia de apoyo del Gobierno central, se unió la crisis. En este contexto, la tierra se tragó la ampliación del IVAM, un proyecto que fue galardonado en 2004 con el León de Oro en Venecia al proyecto más destacado pero que se concibió sin garantías económicas para materializarlo.

Sin la propuesta de Sanaa, Valencia, la única ciudad española donde los arquitectos japoneses habían proyectado sus ideas, perdió una oportunidad excelente de figurar en el mapa de la arquitectura abierta y armónica pero no exenta de complejidad técnica, al estilo del edificio Dior en Tokio, el Rolex Learning Center de Lausana (Suiza) o la superposición de bloques del Nuevo Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York.

Con el planteamiento de Sanaa el IVAM prácticamente duplicaba su capacidad en todas sus funciones, salas de exposiciones, almacenes, espacios públicos, pero sobre todo ganaba en representatividad. El museo valenciano incrementaba unos 10.000 metros cuadrados, que se distribuirían en nuevos almacenes, una biblioteca mayor que la actual y zonas de tránsito entre exposiciones. Mientras, se dedicarían a las nuevas salas expositivas 3.000 metros.

La pasada semana el IVAM rescató el proyecto de ampliación, mejor dicho, recuperó el solar reservado a tal efecto. El patio trasero de la pinacoteca se convertirá en un jardín de esculturas abierto al barrio del Carmen. No hay fecha de apertura, sino el acuerdo desde la dirección del museo y distintas asociaciones ciudadanas de recuperar la parcela adyacente al museo.

El jardín, que se levantará sobre un terreno de 2.800 metros cuadrados, tendrá doble acceso: una entrada por la calle Na Jordana y otra por la calle Beneficencia. De momento, el IVAM ha mostrado su intención de acondicionar el solar y ubicar en él una decena de esculturas de sus fondos. El museo ha pensado en trasladar allí piezas de Markus Lüpertz, Tony Smith, Pablo Palazuelo, o los valencianos Miquel Navarro, Andreu Alfaro y Vicente Ortí, entre otros.

Esta iniciativa, que pretende revitalizar el barrio del Carmen y vincularlo a la vida de los vecinos, vuelve a enterrar el proyecto de los arquitectos japoneses, aunque sí recupera el solar para la vida del museo. ¿Es viable ejecutar el proyecto de Sanaa? Las necesidades del IVAM no se han subsanado, pero requiere de la complicidad imprescindible entre la política y la economía.

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