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Felyne Verbist, la  bailarina de la guerra
TESOROS DE LA HEMEROTECA

Felyne Verbist, la bailarina de la guerra

La danzarina belga había dado cuantiosas ayudas para atender a los refugiados de su país

F. P. PUCHE

Martes, 2 de junio 2015, 23:55

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Un anuncio en la mitad superior de la última página de LAS PROVINCIAS costaba un dineral. Solo Almacenes El Águila contrataba ese espacio en temporada de rebajas. Pero el 1 de junio de 1915, los lectores se vieron sorprendidos por un anuncio que ocupaba ese espacio y no era de saldos comerciales. Decía: «Teatro Principal. Miércoles 2 de junio, a las diez noche, única representación extraordinaria de Felyne Verbist».

Era una joven artista belga, primera bailarina de la Ópera de la Monnaie de Bruselas, estrella también de la Ópera de Londres. Con todo, ¿dónde estaban las claves del éxito que se pronosticaba? Pues más allá de la indiscutible calidad artística de la danzarina, eran dos: de un lado, la fama de un cuerpo perfecto que se mostraba con generosidad en sus espectáculos; de otro, la campaña que la artista había emprendido desde el estallido de la Guerra Mundial y la invasión alemana de Bélgica. Porque motivada por las penalidades que sufrían sus compatriotas, la danzarina comenzó una gira por Italia destinada a recaudar dinero para los que sufrían. La primera entrega a la Cruz Roja fue de 10.000 francos.

Isadora Duncan, en 1915, era la estrella rutilante de una danza innovadora, inspirada en los clásicos griegos. Con calidades diversas, en esa estela viajaban tanto Mata-Hari, holandesa y fusilada en Francia, por espía, en 1917, como la belga Felyne Vesbist. Que en Madrid, durante sus actuaciones en la Comedia y el Romea, fue objeto de una invitación a actuar después de una comida que la infanta Isabel, la 'Chata', había dado a la familia real. Por eso, de su presencia en Valencia se ocupó, tanto la crónica artística como la crónica de sociedad del periódico. Porque más allá de lo cultural, Felyne era un personaje que cautivaba en la esfera femenina. sin dejar de conquistar la mirada atenta del mundo masculino.

En Valencia vino para actuar un día y actuó tres. Su triunfo fue tan grande como los de Madrid, Barcelona y Zaragoza. Para LAS PROVINCIAS, el estreno fue «un espectáculo hermosísimo, culto, refinado, que daba ambiente de distinción a la velada. Fue realmente una impresión absolutamente artística la que produjo la artista Felyne Verbist. Puede decirse que no ha visto nuestro Principal un caso tan exquisito de danza, tan sutilmente realizada». «La sorpresa del público fue en aumento -escribió el diario-. Desorientado al principio, esperaba tal vez encontrar un numero fino de varietés, pero en seguida se impuso el arte de la Verbist y las ovaciones entusiastas se sucedieron.»

Los valencianos aplaudieron el vals de 'Copelia' y la incomparable versión de 'La muerte del Cisne'. La Verbist era «el ritmo del cuerpo hecho gracia femenina». Para el periódico «cualquier movimiento, por insignificante que parezca, un brazo que se tiende, una mano que gira, son otros tantos prodigios de elegancia de líneas y de idealidad en la silueta». Era «ingenuidad llena de distinción»; y actuaba «con infantil alegría (es casi una niña), sin la menor sombra de incorrección ni de licencia». Un comentario que espantaba cualquier recuerdo sicalíptico.

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