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La trastienda de la Operación Esperanza

La trastienda de la Operación Esperanza

Mientras el Aquarius llega al puerto, la Escuela de Hosteleria prepara 200 bocadillos en el Veles e Vents

teo peñarroja

Valencia

Domingo, 17 de junio 2018, 10:39

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El edificio Veles e Vents acoge, entre otras cosas, la Escuela de Hostelería Fundación Cruzcampo. Son las nueve y media de la mañana y no hay clientes, y el sonido de los pasos perdidos rebota en las copas y los cubiertos. Pero en la cocina hay trabajo frenético. «Fíjate cómo va rulando el pan», comenta Ester, sorprendida en mitad del trabajo. Ella, Jaume y Sara están dando el punto y final a los 200 bocadillos que la Escuela ofrece voluntariamente a los migrantes que llegan a bordo del Dattilo, el Aquarius y el Orione.

«Estamos encendiendo ya la plancha», se excusa por la celeridad de la operación. De madrugada se dejaron casi listas las 200 comidas, que ahora se rematan, se calientan y Sara introduce en bolsas de papel a una velocidad inaudita, porque tienen que salir ya.

Imagen principal - La trastienda de la Operación Esperanza
Imagen secundaria 1 - La trastienda de la Operación Esperanza
Imagen secundaria 2 - La trastienda de la Operación Esperanza

Aparecen en la cocina, corriendo, Zaid y Shacha, dos alumnos de la Escuela que se han presentado voluntarios para colaborar. «Mejor hacer algo por los demás que quedarme en casa como todos los domingos», comenta Shacha. La motivacion de Zaid es distinta. «Llegué de Irak como refugiado», explica el joven a este diario. «Entonces hubo mucha gente buena que me ayudó, y ahora no podía dejar de colaborar con lo que yo sé hacer: comida».

Vídeo. Así es el operativo 'Esperanza del Mediterráneo' con el que llega la flotilla del Aquarius a Valencia

Se van rápido porque los esperan para transportar la comida a pie de puerto, donde ya han desembarcado y están siendo identificados los tripulantes del Dattilo, y no tardará ya el Aquarius.

Mientras los tres barcos que transportan a los 629 migrantes rescatados en el Mediterráneo atracan en el muelle número uno del puerto de Valencia, la trastienda de la operación se lleva a cabo en el Veles e Vents, donde, pared con pared con la Escuela de Hostelería, se ha improvisado en un día y medio un Centro Internacional de Prensa desde el que los 700 periodistas acreditados de medios de todo el mundo gestionan sus comunicaciones.

A las 10 de la mañana apenas una veintena de periodistas y voluntarios de varias oenegés revolotean alrededor de la máquina de café como si se hubieran perdido. Pero no se han perdido. Los que se han quedado en la retaguardia son fundamentales para que salga bien todo lo que esta mañana acontece en el muelle. Como Jenifer Zuppirolli, por ejemplo.

Jenifer es técnico de incidencia en migraciones de Save The Children y lleva aquí plantada, lejos de las cámaras, desde las cinco de la mañana. Han llegado por mar 123 menores sin acompañante, que son la prioridad de esta ONG dedicada a velar por los derechos de los niños.

«Llevan muchos días en alta mar y queremos evitar someterlos a pruebas innecesarias», cuenta en referencia a las pruebas médicas para determinar la edad de los tripulantes. Le preocupan sobre todo los adolescentes. «Damos por sentado que ya son mayorcitos, pero llegan aquí y los llevan arriba y abajo sin que ellos sepan a dónde y no es siempre fácil», comenta. Desde el Veles e Vents, Jenifer gestiona la logística del despliegue que Save the Children realiza para acompañar a los menores que llegan solos.

No es la única preocupada por los niños. Hanan El Ayadi pasa por el Veles e Vents justo antes de bajar al muelle a recibir a los menores del Dattilo. Tiene veinte años y es la secretaria autonómica de Cruz Roja Juventud. Es jefa de un equipo y traductora, y está lista para ateder en los próximos minutos a uno de los grupos de menores a bordo del Dattilo.

«Tenemos mucha formación teórica, pero en la práctica nunca habíamos participado en algo tan grande», cuenta. «Acompañaremos a los menores hasta mañana, cuando estarán ubicados», dice en nombre de su equipo, que incluye psicólogos, traductores, primeros auxilios y gente de acompañamiento.

Se calma un poco el ambiente y un trabajador de Cruz Roja sale a fumar un cigarrillo junto al mar. «Demasiados», dice. ¿Qué? «Que son demasiados periodistas», termina mientras otea en el horizonte las grúas del puerto. «Esto es un circo mediatico que yo no sé... Antes de ayer recogieron a 450 en Andalucía que venían en pateras y nadie ha hablado de ellos. Y aquí hay setecientos periodistas. Si cada uno acoge a uno de los que llegan ya está el problema solucionado», recalca.

Se metio en Cruz Roja muy jovencito «porque quería hacer algo para ayudar. Y aquí sigo porque esto es una droga». Se va a seguir trabajando. No quiere salir en la foto. No, eso para los politicos. Lo que le interesa es que los que llegan no sean un espectáculo, sino que los reciban como lo que son: personas.

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