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J. A. MARRAHÍ
Jueves, 14 de diciembre 2017, 00:43
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Fuego. Tierra. Mar. Montaña. Asfalto. La desgracia es un animal todoterreno y los bomberos están llamados a plantarle cara. Doce de ellos, miembros del Consorcio Provincial de Valencia, han brindado sus recuerdos más intensos para solidarizarse con quienes sufren, los niños enfermos de cáncer. Historias de dolor y miedo, pero también de esperanza, componen los doce meses de un calendario solidario en beneficio de la asociación Cris Contra el Cáncer. La iniciativa es, en sí, un ejercicio de superación, pues los bomberos han sido retratados en los lugares de sus vivencias, bajo el objetivo y sensibilidad de Dones Fotoperiodistes de València. Estas son algunas de sus fechas marcadas.
Marcelino Valls Cullera
El destino puede llegar a ser retorcidamente cruel. Y un veterano de los bomberos lo sabe mejor que nadie. Es Marcelino Valls, de 55 años, retratado en el calendario junto a un tren en un paso a nivel de Cullera. No es un escenario cualquiera. Es el lugar al que acudió, como tantas otras veces, a auxiliar, a rescatar. A cumplir con su deber y su vocación. Pero aquel día no fue posible. «Fui a trabajar al accidente de tren y me encontré con que la víctima que falleció era mi padre».
La emergencia le sorprendió en su turno de guardia. «Pero cuando toca a tu familia no puedes intervenir, es imposible», se sincera. Durante años, luchó «por olvidar», confiesa. «Cuando eres bombero te inmunizas y estás capacitado para casi todo. He trabajado en servicios muy difíciles y he salvado vidas, pero nadie está preparado para algo como lo que me tocó. Aún hoy me vienen recuerdos de golpe». El compañerismo que reina en el cuerpo, asegura, fue la mejor medicina contra aquel mazazo.
José Miguel Basset Godella
Todo el mundo sabe que un niño es capaz de cualquier cosa por recuperar un balón encalado. Y aquella pelota acabó en una casa abandonada de Godella, cerca de una trampa: un pozo de 30 metros. Su boca estaba precariamente tapada por una vieja puerta que cedió cuando un muchacho de ocho años la pisó antes de acabar en el fondo. Tras minutos de oscuridad, la luz de una linterna iluminó su agonía. Era del bombero José Miguel Basset, de 57 años, hoy inspector jefe del Consorcio.
«Sacar vivo a un niño de un pozo de 30 metros es el tipo de cosas por las que decidí ser bombero, una lección de que la esperanza es lo último que se pierde», recuerda el hombre que bajó a la fosa entre cinturones, anclajes y apoyo de compañeros. Primero escuchó su voz. «¡Estoy bien, asustado, a oscuras!». El primer pensamiento de Basset fue este: «Dios mío, está entero». A su entender, «la caída de la puerta junto al niño amortiguó el impacto al rozar en las paredes del pozo».
Pese a la profundidad, el menor estaba ileso. Tanto que tenía un curioso quebradero de cabeza. «Saqué al muchacho y su preocupación era que había perdido las zapatillas y su madre le iba a reñir. Incluso me pidió que bajara a por ellas».
Pere Barber Godella
A Pere Barber, de 57 años y originario de Alfahuir, le tocó ser punta de lanza tras el estallido controlado de un coche bomba de ETA en Gandia, en marzo de 2001. Eso significaba que entraba primero en la calle a extinguir el fuego y sanear destrozos. La cantidad de explosivo era tal, que sembró la devastación en vehículos y viviendas. «En 36 años de profesión fue la única vez que sentí terror. No sabía que podía pasar, había más de 20 coches ardiendo, otros estallaban, era algo desconocido, dantesco... No olvido aquel miedo e incertidumbre».
María del Mar Adrados Manises
En la hoja de agosto vemos a una mujer sonriendo en los brazos de seis bomberos. Son los mismos que, hace cuatro años, la sacaron de su coche con la cabeza abierta y dos vértebras destrozadas, después de dar varias vueltas de campana con su coche en la A-3 a su paso por Manises. Ella, María del Mar Adrados, representa al sinfín de personas rescatadas en siniestros de tráfico.
«No recuerdo nada. Ni del accidente ni del rescate», relata la enfermera valenciana de 49 años. «Pero una cosa tengo muy clara: ellos fueron mis ángeles aquel día. Tal y como estaba mi columna, un mínimo error de movimiento al sacarme y ahora estaría muerta o tetrapléjica». Tras recuperarse, quiso conocer a los bomberos y reiterarles su gratitud.
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