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Transportes

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Los eventos, y las medidas contra el coche aplicadas con rigor, siempre tienen consecuencias no deseadas

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Martes, 21 de noviembre 2017, 10:40

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Durante el fin de semana, la peña se había dado cita en Denia. Una de las amigas, Roser Cabrera, presentaba 'L'Aula viscuda', un estupendo libro de experiencias como profesora 'simultánea' de tres disciplinas: francés, etnografía... y la importante asignatura de la vida. El viaje a la Marina, de paso, liberaba a los viajeros de los rigores de una ciudad cada vez más latosa y cuartelera: el sábado por la tarde, manifestación grandiosa, el domingo, nada menos que San Maratón.

Denia está en lo mejor de esta primavera de noviembre. Los arroces superan a las puestas de sol y un paseo por el puerto es la última moda para quitarse kilos y arrugas. Combinar la presentación de un libro amable con una visita a Chocolates Valor, en la Vila, es lo que los médicos deberían estar recetando a la tercera edad, tan castigada por el colesterol como por los nietos. La peña, durante el fin de semana, cumplió los requisitos y tuvo un comportamiento de manual. Hasta que llegó el destino y lo torció todo, como suele suceder.

En este caso lo que más se torció fue el tobillo de una de las excursionistas, que fue atendida con notable eficacia en un ambulatorio cercano a la avenida de Joan Fuster. Sin embargo, tanto su esguince como una imprescindible fiesta familiar, prevista para el domingo a mediodía, recomendaron su 'evacuación' a Valencia en la mañana del domingo...

¿Cómo se lleva en coche hasta su casa a una persona herida en el tobillo que vive en Guillem de Castro mientras la ciudad está celebrando su Maratón? Pues de ninguna manera. A las dos y veinte de la tarde del domingo, el encargado del transporte sanitario evacuó en las inmediaciones de Fernando el Católico a la persona lesionada, que tuvo que hacer a pie, cojeando, los trescientos últimos metros hasta su casa. Unos guardias municipales inflexibles, con órdenes y horarios tajantes, y con muy alto sentido del deber, hicieron que el Maratón, una vez más, tuviera tristes efectos colaterales.

Mientras tanto, cosas del destino, los expedicionarios que aún estaban en Denia también pudieron comprobar sobre sus carnes cómo el rigor exigente en la aplicación de los permisos concedidos para eventos, ejerce como un 'boomerang' contra la ciudad que lo consiente. En este caso fue una falla de Denia, la que aplicó a rajatabla su licencia dominical para cortar la calle donde tiene su casal; y lo hizo durante todo el día, con unas vallas que los falleros -nueve personas tomándose un botellín en la acera- no quisieron mover a pesar de que estaban dificultando la salida normal de los vehículos guardados en los estacionamientos de dos de los mejores hoteles del puerto.

Alguno de los expedicionarios acabó diciendo a los falleros que, con modelos inflexibles como ese, Denia pone en peligro su atractivo y su turismo. Pero no valieron coplas. La moda, ahora, es reventarle la vida a los que usan coche. Y si es con beneplácito municipal, mucho más.

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