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TIEMPO DE SARDINAS

Mª ÁNGELES ARAZO

Miércoles, 6 de junio 2018, 10:28

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En nuestro mar se pescan riquísimas sardinas, especialmente en las últimas semanas de junio y los primeros días de julio. Son las llamadas sardinas del alba, porque antiguamente se apresaban gracias a la luz rabiosa 'dels fanalots', los faroles que inventaban lunas en noches de 'fosca'. Gustaban asadas a la brasa y aliñadas con unas gotas de aceite de oliva, aunque también se acostumbraba a limpiarlas y dejarlas abiertas, rebozarlas con harina para freírlas y acompañarlas con pan, vino y unas aceitunas partidas.

Antes, en las botigas de los pueblos -donde igual se encontraban cuerdas que alpargatas de cáñamo-, jamás faltaba el tabal de sardinas saladas, las sometidas a salmuera y prensadas, formando lomo a lomo una superficie carnosa que tan pronto recuerda a un sol como a una moneda.

'La sardina tot es espina', protestaban quienes jamás probaron la pechuga o el muslo de pollo; pero para librarse de las molestas espinas, a alguien se le ocurrió pisar la sardina entre los goznes de una puerta -previamente colocada entre papel de estraza- y así resultaba más fácil quitar las escamas y la raspa. Porque fue del pueblo humilde, y hasta el mismo tabal se aprovechaba. Sus aros de castaño (madera que podía curvarse sin peligro de romperse) eran empleados por las floristas que confeccionaban coronas de flores, las del 'no te olvidan' o 'te recordarán siempre'.

De la masiva venta de sardinas saladas basta citar que a principios del siglo cada tabal contenía más de 3.000 unidades, mientras que ahora nunca sobrepasan las 200. Hoy son un puro capricho y el tabal se ha convertido en atracción fotográfica para los turistas.

Insólito muestrario, con recuerdo de almuerzo de labradores en cualquier figón a media mañana, en la calle del Trench de Valencia se exhibe siempre un tabal con tentadoras sardinas en salazón. Es la calle que aún ofrece dulces antañones. Frente a las sardinas se muestra también un pequeño escaparate de peras, ciruelas y naranjas confitadas que son pura delicia. Y todo -hay que asombrarse- entre tiendas chinas. La vida...

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