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SOLICITADOS ALBÉITARES

Mª ÁNGELES ARAZO

Miércoles, 25 de abril 2018, 10:50

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Aunque los árabes dedicaron amplios tratados a los animales domésticos, su predilección fue para el caballo, en el que alababan tanto su utilidad como su belleza y fidelidad.

Ibn Hudayl, en su 'Gala de caballeros, blasón de paladines', no duda en afirmar que los árabes amaron al caballo apenas lo conocieron, instante que remontan al origen del mundo. Y manifiestan, reiteradamente, las condiciones que buscan en el caballo elegido para padre: raza conocida, de fortaleza probada; ni han de ser impotentes por mucha edad, ni débiles por poca; es bueno superar los cuatro años, pero no sobrepasar los diez. «Será de cuello engallado, muy robusto, de regular talla y largura y de un pisar firme, ágil y brioso», concretaban.

Ibn al-Awwän, que extendió sus estudios botánicos y agrícolas a la zootecnia, aún añade que el potro debe tener no sólo la cabeza erguida, sino también «el corazón vivo», mostrando alegría y brío al montarlo.

Los trabajos que tenían como fin la crianza, doma y cuidado del caballo, cada vez más especializados, dieron origen a la figura de los albéitares, muy valorados en la vida cotidiana de las morerías.

En la Baja Edad Media, sus habilidades correspondían a dos oficios, ya que si herraban caballos, asnos y mulas, también conocían remedios para sus enfermedades; funciones veterinarias que ejercían por la lectura de tratados divulgativos, la experiencia adquirida junto a mayores en la tarea y una intuición especial que realzaban con sortilegios y conjuros.

En las guerras, los expertos albéitares eran reclamados para acompañar a los soldados, y en previsión de las bajas que podían producirse, se tasaban los caballos de silla, los rocines y las mulas, con el fin de compensar al propietario si el animal era herido, enfermaba o moría.

La herencia del amor al caballo quedó en nuestra tierra, pero me pregunto -sin querer suscitar polémicas- si exhibiciones como el 'tiro y arrastre' tendrían la vigencia actual. La sensibilidad oriental la fuimos perdiendo. Qué pena.

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