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Un poco de paciencia pido al lector. Contra lo que pueda parecer, no vamos a gastar la página para abordar otra vez la aburrida infrafinanciación, sino para preguntarnos por la falta de interés de la mayoría de valencianos sobre un debate crucial debido a que el poder político lo ha convertido en colosalmente aburrido a base de manosearlo y utilizarlo como un pimpampum ventajista e interminable. Y porque es un pulso de las elites y un juego de salón al que se prestan las distintas fuerzas vivas locales; ¡ay esos líderes empresariales!, a modo de corte de los nuevos virreyes autonómicos. El toma y daca de la infrafinanciación sirve para tomar café en sociedad cuando los periodistas están mirando y tomando notas, igual que la aristocracia acartonada rodeaba a Alfonso XIII en Palacio mientras la calle hervía y en el campo alguien les contaba las cosechas de aceituna (Agustín de Foxá). Y porque el ciudadano sabe que en último término detrás de cada autonomía está el peso del Estado para garantizar los servicios sociales. Y cuando las CCAA entraron en bancarrota al derrumbarse sus ingresos fiscales, el Estado enchufó la manguera del FLA para pagar la nómina de los funcionarios y seguir abriendo escuelas y hospitales, y para que proveedores y empresarios locales continuaran cobrando mal que bien de la administración.

A esta altura de la página el conseller de Hacienda, Vicent Soler, ya habrá fruncido el ceño varias veces, y ya se le habrán apelotonado las respuestas y las discrepancias en el gatillo del uasap. Pero es que Vicent Soler es un bendito. Nacionalista de los que ya no quedan en el PSPV ni escondidos y socialdemócrata puro, clásico, vieja escuela. Y a este profesor con leyenda propia, uno de los diez de Alaquàs («lo malo es que se quedó anclado allí»), a este superviviente de la Transición, sus compañeros socialistas de Galicia, Aragón y quién sabe donde más le acaban de dar el disgusto de unir fuerzas con otras autonomías peperas frente a los intereses valencianos. Su respuesta produce incluso desgarro a fuerza de sinceridad: «me produce tristeza», ha señalado, lacónico. Para entender a Vicent Soler, conviene recordar la anécdota de hace unos meses, cuando se plantó en un instituto de Silla para dar una clase de economía a chiquillos de quince años y aparte de economía y con su franqueza acostumbrada se soltó contra el PP de Mariano Rajoy por el «maltrato» a la Comunitat: «salid y contadlo a la familia y los amigos», «me acuerdo de la familia del señor Montoro cuando leo los periódicos». Si Isabel Bonig se marca un adoctrinamiento así, la declaran persona non grata en todos los colegios de la Comunitat con la entusiasta colaboración de Escola Valenciana. Pero lo hizo el conseller Soler, que en términos políticos sigue siendo un inocente. Pese a su largo historial en cargos públicos, Soler es por encima de todo un profesor, un hombre de libros, informes, pizarra y despachos universitarios. De teorías, modelos e ideas; y no siempre con los pies en el suelo de la realidad cuando toca aplicarlas. En definitiva, la brecha esa que tenemos entre las aulas y la calle.

La estrategia del conseller de Hacienda en materia de financiación ha llegado sin más a un callejón sin salida. Puig ya debe haberse dado cuenta. Cuesta decir esto de alguien que es capaz de discutir con enorme ardor y temperatura, pero que jamás trasladará la confrontación al terreno personal ni la convertirá en un punto de referencia para moverse por la vida clasificando enemigos. De los escasos nacionalistas capaces de distinguir entre el choque de puntos de vista y la convivencia con los discrepantes. Por eso quizá le duela más lo de sus colegas asturianos y aragoneses, «la tristeza», porque le será difícil entender que sus planteamientos puedan ser traicionados en la praxis por otros socialdemócratas.

El conseller pretendía un plante contra Rajoy, que las comunidades recibieran más y el Gobierno menos. Pero el plan ha fallado

Y por eso rápidamente echó manos al uasap, para explicarse: «deseamos un frente común de todas las autonomías porque todas compartimos el problema de la infrafinanciación... queremos ir de la mano... porque tenemos mucho que perder si las CCAA abrimos desencuentros en lo fundamental... de ahí mi tristeza». En definitiva, la jugada no le ha salido. Consciente de que la negociación de la financiación produciría intereses encontrados entre los distintos territorios, Soler pretendía un plante general contra Rajoy: que todas las comunidades recibieran más (no sólo la valenciana) y que Rajoy se quedara con menos. O sea, convertir a Rajoy en el adversario de todos, y no sólo de la Comunitat Valenciana. Pero el plan ha fallado. La verdad descarnada es que el PSOE no tiene una postura común en la materia y eso significa que la socialdemocracia ha abandonado el principio fundacional del igualitarismo para sumarse al resto de las izquierdas en la ola creciente de localismos y particularismos, esa nueva religión. Y hasta la aliada Susana Díaz le dijo hace unos días a su colega Puig que se olvidara de que le concedieran una quita a la deuda valenciana. Sí, la estrategia del Consell ha llegado a un punto muerto; y esas movilizaciones y manifestaciones y golpes de pecho y actos solemnes (donde acuden más convocantes que convocados) se quedan en un mero selfie decorativo y circunstancial. Puro facebook de entretenimiento político.

El déficit financiero de la Comunitat es histórico, ya pasaba con Zapatero aunque entonces Soler y Puig callaban. Incluso señalaban que la raíz estaba en la corrupción y el despilfarro del PPCV y no en la discriminación. Por lo mismo, Camps se quejaba y sacaba partido contra Solbes y Elena Salgado. Y la reivindicación actual no es originaria de Soler, sino del exconseller fabrista Carlos Moragues. Porque unos y otros vienen usando la infrafinanciación como arma arrojadiza, como instrumento de combate partidista. Y no se resolverá en un ‘todos contra todos’, como plantean los virreyes autonómicos, sino como se hacen las cosas en democracias maduras. Sentándose en una mesa y buscando acuerdos y aproximaciones, aceptando renuncias, sin juego sucio, conscientes de los recursos disponibles y hablándole claro a la gente acerca de dónde se sacará el dinero que necesitan los gestores de los servicios públicos (una vez que han renunciado a volver más eficiente y austera la administración). Ojo, que la táctica de la discriminación hasta puede volverse en contra si surge algún espabilado en el terreno doméstico, aprovechando que los presupuestos del conseller Soler discriminan a los residentes en Valencia al concederles un 50% menos de inversión per capita que a los castellonenses (subordinando el criterio poblacional). Y una última cosa; ¿más financiación de dónde y para qué?, porque no es poco probable que esto se solucione como siempre: pidiéndole más dinero al contribuyente. Ese dinero que siempre ponen los mismos. Lo pida Soler. Lo pida Montoro.

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