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Urgente Cae una rama en la calle Poeta Querol de Valencia

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Aquella vieja tradición no escrita y seguramente mitificada por Hollywood -como tantas otras-, según la cual el capitán del barco se tenía que hundir con su nave se quebró con el tristemente famoso Francesco Schettino, ese personaje que afortunadamente duerme ahora en alguna cárcel italiana y que fue el primero en saltar del buque que mandaba a un bote salvavidas cuando por su irresponsabilidad manifiesta desvió el 'Costa Concordia' de su ruta original y lo hizo naufragar, provocando la muerte de 32 pasajeros. No son tiempos para héroes, la sociedad del bienestar, de la comodidad y el derroche, de los niños blanditos y los eternos adolescentes, no es precisamente el hábitat más apropiado para que nazcan y se desarrollen personalidades dispuestas a darlo todo por los demás, a sacrificarse o a lo que vulgarmente diríamos hoy 'comerse el marrón'. Que le pregunten a los promotores del desafío independentista catalán, tan gallitos hace meses, chulescos en ocasiones, prepotentes en todo momento, saltándose una y otra vez los preceptos legales, desoyendo a los letrados, desobedeciendo los mandatos del Tribunal Constitucional y haciendo caso omiso a las advertencias del Gobierno y de la Unión Europea. Hasta que entraron en la cárcel. A los pocos días, el fervor soberanista había desaparecido como por ensalmo, el 155 era aceptado, al igual que la disolución del Parlament, se presentaron a las elecciones y ahora reniegan de todo lo anterior, que si aquello fue simbólico, que no tenía ningún efecto práctico... Al parecer, unas pocas jornadas entre rejas cambian por completo la percepción de las cosas, hasta el punto de que algunos vaticinan que de aquí a un par de meses será el mismísimo Junqueras el que imitará a Jaume Vives y pondrá a todo volumen aunque sea desde su celda el 'Qué viva España' de Manolo Escobar... Aunque resulta demasiado obvio decirlo, pasar una temporada en prisión no debe de ser nada agradable. Y la perspectiva de entrar en la cárcel, tampoco. Lo cual explica el repentino ataque de locuacidad que les ha entrado a algunos de los acusados de Gürtel, que de repente recuerdan todo, se ha hecho la luz en su oscuridad. Lo que no le dijeron al juez lo proclaman ahora cuando se ven camino del patíbulo, entre los improperios de la muchedumbre congregada para contemplar el espectáculo y allí a lo lejos ya se distingue al verdugo mientras prepara una soga con sus nombres: Francisco Correa, El Bigotes, Ricardo Costa... Y humanamente es fácil comprenderlos, cualquiera haría lo mismo. Como Schettino, menuda tontería ésa de tener que hundirse con el barco. Claro que cualquiera no hubiera cometido sus delitos, ni habría arrimado el barco a los arrecifes ni financiado con dinero negro un partido político.

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