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EL RIESGO DE LO BANAL

MIQUEL NADAL

Lunes, 26 de marzo 2018, 10:42

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En la consulta de determinados asuntos uno debería disponer de dos votos: uno para pronunciarse a favor y otro para optar por lo contrario. No es indecisión para esquivar la polémica. Es el dilema en el que uno asume de manera simultánea una posición y la antagónica. Siempre que me sucede eso tiendo a pensar que el fenómeno revela que el asunto no responde a la definición de problema. La duda me indica que no hay cadáver. Eso es exactamente lo que me sucede en relación con el cambio de la denominación del Valencia C.F., en restitución del nombre fundacional de la entidad, Valencia Football Club, con el que nuestros padres fundadores decidieron bautizar el club que el año próximo cumple cien años. La denominación en inglés del deporte, al igual que tantos otros términos del juego era la lógica en el momento, y al igual que tantas otras palabras, el football acabó siendo fútbol, los footballers futbolistas, el corner, córner, y el team, y el referee, y tantos otros términos acabaron incorporados o no en forma de anglicismos. Es cierto que la rectificación de la estúpida obligación de traducción al español de los términos ingleses pudo producirse en 1972 con la derogación de la norma absurda, en pleno franquismo, el 18 de julio para más inri, como hicieron otros equipos, y que probablemente unas directivas más afectuosas con la historia hubieran podido solicitar la restitución, en homenaje a la memoria fundacional, y a la presencia del Foot Ball Club como reliquia histórica de la auténtica memoria de la entidad. El historiador que uno a veces es votaría a favor del cambio. El aficionado que ha recorrido su biografía con el C.F., y ha vivido sonrisas y lágrimas con ese escudo votaría en contra. Cuando en el ámbito doméstico y en otros lugares ajenos al fútbol uno cuenta ese debate interno entre el F.C. y el C.F. la sensación de incredulidad es absoluta. Nos sentimos juzgados y sentenciados por dedicarnos a ese tipo de disquisiciones en lugar de aprender a realizar un buen curso para hacer funcionar una caldera, o a que entren más ingresos en casa, sin que miles de neuronas se sacrifiquen por la disposición de unas letras. Por formación y apego por la historia, acabaré posicionándome del lado del F.C., pero eso no quiere decir que no detecte en la reivindicación un cierto aroma inocente. Se soluciona bien poco. Si lo hemos de hacer hágase sin perder tiempo, sin proclamas ni franquismos. En un párrafo o en menos. Sujeto, verbo y predicado. Evitemos ser comparados con unos desfaenados discutiendo ante una obra del tamaño y la disposición de las letras de un establecimiento de cuya estrategia, funcionamiento y contabilidad son desconocedores. Uno lo que quiere es poder decir en posesivo, en primera persona del singular o del plural, en valenciano o en castellano, el meu Valencia, o el nostre Valencia. Las efes y ces representan el riesgo de lo banal.

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