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El cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, ha dispuesto que todos los sacerdotes de la archidiócesis incorporen oraciones para que lleguen por fin las lluvias y acabe la sequía. O sea que, es tanta la necesidad de agua, que vuelven antiguas estrategias, seguramente hoy con seguimiento menos generalizado. Lo que haga falta.

En la exhortación de don Antonio destaca un curioso apartado. Viene a decir que no por imprecar el don de la lluvia ésta vaya a presentarse. Que no se engañe nadie, que Dios no queda obligado por mucho pedirle. ¿Entonces? No lo habremos merecido. El riesgo, para cuestiones de la fe, es que se entra en un nivel similar al de las aplicaciones que nos conectan a toda hora con servicios de predicción meteorológica; o sea, con el más allá. No por perseverar en las consultas y esperar que se produzcan cambios se cumple el deseo. Muchas veces indican que va a llover, incluso con un 100% de probabilidades, y luego, ni gota. Será que los vientos no llegan bastante húmedos, que la circulación atmósférica no acaba de cumplir las combinaciones cíclicas necesarias...

Hay otro párrafo de la exhortación que resulta muy llamativo. Pide que los rezos sean por un mes, hasta el 17 de diciembre. Peculiar plazo. ¿Tanta confianza hay en que lloverá antes? ¿Y si no funciona? ¿Por qué no seguir? En cualquier caso, los productores y exportadores de cítricos, especialmente los de clementinas, verán acertado que las plegarias para que llueva cesen en esa fecha intermedia, no vaya a ser que se cumpliera al fin, que lloviera, que continuara cayendo agua y se acabara estropeando parte de la cosecha, como el año pasado, después de tanto esperar.

Así que parece un plazo razonable, como diciendo: si tiene que llover, que sea ahora y sólo hasta el 17. En todo caso, si falla ya veríamos para más adelante.

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