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Una realidad constatable

La manifestación de ayer en Valencia fue una cita completamente inútil

IGNACIO GIL LÁZARO

Domingo, 19 de noviembre 2017, 10:14

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Sacar la gente a la calle está muy bien cuando se trata de afirmar estados de ánimo que se han de hacer visibles como forma de compromiso o de liberación colectiva. Por ejemplo, las dos recientes manifestaciones constitucionalistas celebradas en Barcelona. Actos masivos que han sido fundamentales para acabar con el aplastamiento que ha sufrido durante décadas una gran parte de la población catalana sometida a la presión excluyente actuada en su contra por el independentismo. Sin embargo, la manifestación de ayer en Valencia fue una cita completamente inútil porque el mal tratamiento soportado por la Comunitat en materia de financiación solo tiene arreglo de verdad haciendo política seria en las instituciones. No cabe en esto confundir el escenario o manipular el asunto según la conveniencia partidista. Tampoco desde luego equivocar de suyo el origen de la cuestión. La debilidad colectiva que aflige a la sociedad valenciana no deviene como consecuencia del dinero público que deja de recibir en proporción flagrante respecto de otras regiones. Es ante todo causa de sí misma. Una realidad constatable a todas luces. La falta de una propuesta completa que amalgame y dé sentido a las muchas capacidades valencianas constituye el gran baldón que menoscaba nuestra deseable fortaleza en el conjunto nacional. Recibir más dinero en consonancia con lo que nos corresponde es sin duda necesario pero eso no va a resolver la carencia de fondo. Con mejor financiación seguiremos igual salvo que la sociedad valenciana decida vertebrar un proyecto propio para hacerse presente de modo eficaz dentro y fuera de sí misma. Hace falta por tanto fijar un rumbo concreto aplicando a ello inteligencia y tesón. Es preciso además establecer un estilo de conjunto que nos haga reconocibles como entidad sin recalar en aldeanismos estúpidos. Eso significa también cultivar un sentido de la excelencia del que hoy por hoy se carece y aun más después de la eclosión gobernante de la izquierda nacionalista y las formaciones antisistema. La ciudad de Valencia es prueba de ello. Por eso urge decir las cosas claras. Quienes ayer salieron a expresarse llenos de buena voluntad merecen todo el respeto. Los que sin embargo acudieron para cultivar un postureo personal, dejarse ver o por mero interés de grupo vuelven a acreditar las miserias de siempre. Mañana lunes el problema seguirá sin solución, los políticos se enredarán en nuevas polémicas absurdas y al pueblo valenciano se le habrá vuelto a torear llevándole hasta las Torres de Serranos para diluir con su presencia la mediocridad, el sectarismo y el fracaso de sus dirigentes. En fin, relean unos y otros el magnífico artículo de Miquel Nadal publicado el viernes en este periódico. Extrapolen el profundo mensaje que incorpora porque conviene entenderlo. Sobra pues reiterar montajes, bobadas y equívocos. De momento esto es lo que hay. No es de extrañar que así nos luzca el pelo.

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