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Pura gloria

Ramón Palomar

Viernes, 15 de junio 2018, 10:08

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No hace mucho, ante determinados acontecimientos de nuestra reciente historia, me dejaba caer atontolinado en los brazos de la histeria y de las quejas, con lo cual, esos súbitos calentones que fomentaban la empanada mental me provocaban anhelos extravagantes como, por ejemplo, lo de cambiar de nacionalidad. En esos casos solía elegir dos países. El primero, ya que nací allí, Francia. «Ah, ¿por qué no seré yo francés...? Es gente seria, admiran a los escritores, respetan la cultura, valoran el talento, idolatran a Paul Léautaud... Ah, sí, qué bueno ser francés...». Pero no siempre escogía Gabacholandia. Si andaba enfrascado en una época de escuchar mucho jazz, leer clásicos de novela negra escritos por Jim Thompson o pimplar bourbon, me decantaba por Estados Unidos. «Ah, lástima no haber nacido en Tenessee... Qué bosques, qué paz, qué pelis aquellas del Hollywood dorado y cómo veneran a su país sin complejos raros...». Estos arrebatos, ustedes entenderán, me duraban poco, sin embargo su sombra flotaba sobre mi cabeza. Ahora ya no. Ahora por fin me he liberado. Ahora desde luego entiendo que ser español es una maravilla, un lujo, una montaña rusa de emociones, un privilegio. Con la racha que llevamos, si encima en un mismo día fulminan, justo a las puertas del Mundial, al seleccionador de fútbol y de postre dimiten al flamante ministro de Cultura, Màxim Huerta, por su pasado con Hacienda, la gloria es absoluta. Renunciar a la nacionalidad española supondría un error monumental. España nos está ofreciendo unas semanas trepidantes, inolvidables, divertidísimas. Y, si como murmuran los enganchados a las conspiraciones frikilondias, todo esto lo han montado los malignos poderes oscuros para difuminar la entrada en el trullo de Urdangarín, desde luego lo han conseguido. Viva España.

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