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DE TERCERA

La plaza del Mercado no es que está falta de amigos en el Ayuntamiento, es que parece cosechar enemigos nuevos

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Domingo, 10 de diciembre 2017, 10:01

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Desde hace años, el Consell Valencià de Cultura ha mostrado su preocupación, entre otros muchos monumentos, por 'Les covetes de Sant Joan', un conjunto de pequeños locales que se deterioran a ojos vista bajo la terraza que la antigua parroquia asoma a la plaza del Mercado. Otras muchas entidades y asociaciones privadas han mostrado su inquietud no ya por lo que en su día fueron talleres artesanos sino por la plaza del Mercado completa, por ese ámbito de la ciudad -el más bello y el más vivo de Valencia- que va desde María Cristina a la Bolsería; un espacio capaz de concentrar tres monumentos nacionales, uno de ellos, la Lonja, protegido como Patrimonio de la Humanidad.

Sin embargo, la plaza del Mercado parece no tener suerte en las instancias municipales... No solo da la sensación de no tener amigos, sino que hay momentos en que colecciona incluso enemigos. El Ayuntamiento castiga ese espacio privilegiado a tener dificultades con el transporte, ha potenciado sin necesidad no su peatonalización sino la extensión de las lucrativas terrazas y a lo largo del año incentiva, con afán recaudador, un sinfín de mercadillos que terminan por agobiar el escaso espacio disponible.

Si durante las Fallas la plaza del Mercado sufre, como otras muchas, la tortura impresentable de las carpas y los chiringuitos falleros, el penúltimo castigo inventado tiene forma de mercadillo de Navidad, invasivo y total. Tan torpemente lo han ubicado, que impide las vistas de los monumentos de la plaza, violenta la mayor parte de normas protectoras de los espacios monumentales y crea incluso puntos de inseguridad a las personas en las previsibles aglomeraciones. Las protestas no se han hecho esperar, están inundando despachos del Ayuntamiento... pero tropiezan con el peculiar sentido de lo popular que rige en la casa, que casi se puede sintetizar en que igual que el coche ha cedido el espacio a la bicicleta, el top-manta, el tenderete y la caseta puesta al tuntún, han de tener primacía sobre los comercios que vienen pagando rigurosamente sus impuestos... como mínimo desde el siglo XVIII.

Pero ni es solo el Mercado ni el problema reside en la ciudad de Valencia. La insensibilidad de este y otros muchos ayuntamientos hace que plazas y espacios respetables, que deberían ser puestos a resguardo de actividades agresivas por su alto valor patrimonial, sufran peligros a diario. Si los patinadores agreden la plaza de los Virgen día y noche, también se ha denunciado que se disparan fuegos artificiales sobre la Basílica. Mientras, la plaza del Patriarca sigue sufriendo cada año la amenaza latente de una falla y la de Alfonso el Magnánimo la agresión visual de otra, siempre adobada de chiringuitos.

Con todo, la plaza del Mercado sigue siendo el catálogo mejor de esa insolvencia municipal que le lleva al fracaso y el conflicto. Es ahí donde la falta de criterios, y de gusto, navega con toda libertad hasta convertir la tercera capital de España en un villorrio de tercera.

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