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¿Es posible encontrar un sentido tras el atentado?

JOSÉ LUIS GUINOT RODRÍGUEZ

Martes, 22 de agosto 2017, 07:59

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Estamos impactados por el atentado en las Ramblas de Barcelona. Ya hemos vivido esta experiencia previamente, y con mayores dimensiones. Pero nos afecta más la cercanía. Todos tenemos amigos que viven en Barcelona, incluso algún familiar. Y muchos hemos paseado por las Ramblas, uno de los espacios libres más abiertos, multiculturales y visitados, lugar de encuentro y convivencia. Nos impacta la brutalidad y el sinsentido; que puedan existir seres humanos que lleguen a olvidar que lo son, que son iguales a aquellos a los que matan indiscriminadamente. Nos impacta la juventud de estas personas que han perdido la cordura influidas por otros a los que debemos considerar enfermos, por la distorsión de la realidad que han creado en sus mentes. Nos impacta que cualquiera de nosotros puede ser víctima de un atentado en el que el azar parece decidir quién muere y quién no. Nos impactan las historias de personas como nosotros que han perdido la vida y las imágenes de sufrimiento y dolor. Nos impacta ver saltar por los aires la confianza, la tranquilidad, la esperanza en un mundo más unido, una humanidad que trabaje por el bien de todos.

Ante el absurdo se impone una reflexión. Viktor E. Frankl, el psiquiatra vienés que escribió 'El hombre en busca de sentido', llegó a la convicción -tras sobrevivir a cuatro campos de concentración en la segunda guerra mundial- de que toda situación en la vida tiene un sentido. Pero cada uno debe encontrar cuál es. Frente al sufrimiento hay que hacer todo lo posible por eliminarlo, pero frente al sufrimiento inevitable lo que podemos hacer es cambiar nuestra actitud ante esa realidad, decidir cómo vivirlo. Es una libertad que nadie nos puede arrebatar, pues depende de nuestra conciencia.

Frente a este atentado, como ante el 11-M o el 11-S, Niza, París, Berlín, Túnez o Bagdad..., surge una evidencia. Hay personas capaces de hacer barbaridades en nombre de una visión de la vida distorsionada. Volverá a ocurrir. Debemos estar preparados, porque la realidad es así, los seres humanos tenemos la libertad de amar y de odiar, de hacer daño o matar. Pero el daño más grande que pueden hacernos no se limita a las víctimas directas. El odio que nos genera nos impulsa a pedir venganza («deberían matarlos a todos...»). Y surge el racismo, la xenofobia, el rechazo a lo diferente, a otras culturas, se demoniza el islam, el mundo árabe como contrario, como enemigo. Y en realidad son ellos los que sufren la mayoría de los atentados de los radicales. Si nuestro pensamiento va en esa dirección han ganado la batalla los terroristas. Pues el mes que viene se seguirá paseando por las Ramblas, pero habrán sembrado el odio y la guerra en nuestras conciencias. Hay que cambiar la dirección de nuestra rebeldía interior, se impone la justicia, atrapar a los responsables, separarlos de la sociedad, pues su enfermedad necesita ser tratada y hay que aislarlos en prisión para que no hagan más daño. La juventud de los autores de este atentado pone en evidencia que los responsables máximos no son ellos, sino quienes ponen esas ideas en los adolescentes que crecen en un mundo injusto de cuyo funcionamiento somos igualmente y en gran medida responsables el mundo occidental al que atacan. No basta la policía para detener y evitar nuevos atentados, aunque su labor es imprescindible; hace falta un cambio de conciencia de los que ostentan el poder para cambiar la escalada bélica y de odio en un acercamiento de culturas. Algo que los ciudadanos de a pie vamos consiguiendo poco a poco en un mundo cada vez más interconectado, con menos fronteras.

Lo más inmediato ahora es atender a las víctimas, para que encuentren la forma de seguir viviendo con las pérdidas, en la medida que es posible. Algo que conocemos bien en la Asociación Viktor E. Frankl de Valencia, ayudando desde hace años a encontrar sentido en el duelo y ante cualquier pérdida. El apoyo de toda la sociedad, bien manifiesto, de las asociaciones y los profesionales y de sus seres queridos será fundamental para escribir una nueva historia que comienza a partir de este episodio que ha roto su biografía. Cada persona tiene la tarea de encontrar su sentido, apelando a un 'suprasentido' como dice Viktor E. Frankl, ante lo que no alcanzamos a comprender.

Pero hay algo más que hacer, que ya se nota en la reacción más inmediata de miles de personas que se ofrecen para ayudar, para acompañar, demostrando que este golpe nos duele, pero no puede hacer tambalear una sociedad solidaria, con un proyecto común. Al revés, nos hace más fuertes, nos hace reflexionar sobre la necesidad de encontrar cauces para comprender las visiones necesariamente diferentes de otras personas, que son las que ayudan a crecer y nos enriquecen. Pues el camino nunca puede ser la violencia, la imposición, la división entre amigos y enemigos. Las sociedades democráticas son frágiles, imperfectas, pero nos ofrecen los recursos para poder avanzar en la convivencia. Este tremendo impacto es sin duda una oportunidad más para reconocer lo que es válido y lo que no. Ahora se impone el compromiso personal y colectivo de actuar en bien de los otros, cambiar nuestros pensamientos de odio en justicia, de absurdo en sentido. Así transformaremos un sufrimiento inevitable en motivo para crecer, mejorar y aspirar a un mundo más unido, una humanidad en la que cada uno tiene algo que dar y llenar su propia vida de sentido a pesar de la adversidad.

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