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UN POETA PARA TODOS

La filóloga valenciana Adela Codoñer publica un estudio sobre los 'Sonetos espirituales' de Juan Ramón Jiménez con motivo del centenario del libro

RAFA MARÍ

Lunes, 4 de septiembre 2017, 10:25

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Barcelona. Es balsámico escribir sobre poetas y poesía en estos días finales del verano manchados por el terrorismo y las trifulcas políticas. Lo primero, el fanatismo criminal, representa la visita de un Terror instalado quizá ya para siempre en nuestras vidas. El próximo octubre viajaré a Barcelona y pasearé por La Rambla -llamadas 'Las Ramblas' por casi todos- como homenaje personal a una gran ciudad y a un vital espacio ciudadano en el que disfruté y aprendí a ser más libre en los años sesenta.

Momento desquiciado. Los inaguantables rifirrafes partidistas e ideológicos no tienen la misma carga dramática, aunque cada vez resultan más difíciles de conllevar. La obra de Juan Ramón Jiménez (Moguer, 1881- San Juan, Puerto Rico, 1958), un poeta para todos -puede llegar a todas las sensibilidades y a todas las generaciones-, nos tiende una mano serena en este desquiciado momento.

Creación lírica. Adela Codoñer Nácher (Massanassa, 1983), doctora en Filología Hispánica, publica en la editorial de la Universitat de Valencia un magistral análisis de 'Creación lírica y cancionero amoroso. Una lectura de los 'Sonetos espirituales' de Juan Ramón Jiménez'. Este año se cumple el centenario de los 'Sonetos espirituales' (1917), poemario que alejado de la sencillez que caracterizará obras posteriores de Juan Ramón, ha sido un tanto olvidado por parte de la crítica.

Pasiones. Tuve una etapa, hará de esto unos treinta años, en la que me quedé colgado de Juan Ramón. Me apasionaba su poesía, sus prosas poéticas y su exigente personalidad. Son bonitas esas ganas locas de leer y saber más cosas de 'nuestros escritores'. En la tardoinfancia, Agatha Christie y Jardiel Poncela. De adolescente, Hermann Hesse. Más adelante, Dostoievski, Lorca, Antonio Machado, Nietzsche... En la primera madurez, Truman Capote, Gombrowicz, Pérez Galdós, Gerald Brenan...

Gullón. En los años ochenta entrevisté al crítico literario Ricardo Gullón (Astorga, 1908- Madrid, 1991), gran estudioso de Juan Ramón, de quien fue amigo cercano. La conversación discurrió en el hotel Reina Victoria de Valencia. Disfruté con nuestra charla. Gullón me despidió con palabras agradables: «Veo que conoce bien la obra de Juan Ramón, eso habla a su favor. Este es mi teléfono. Llámeme cuando quiera. Si me da el suyo, cuando venga de nuevo a Valencia le llamaré». No nos volvimos a ver. Gullón nunca regresó a Valencia.

Isa Coronado. En un sms le pregunto a Isa Coronado (vive en Valencia y se encontraba en su Águilas natal) que me defina con tres palabras a Juan Ramón, al que ama y de quien tiene todos sus libros, a menudo en distintas ediciones. Isa nunca se toma estas cuestiones a la ligera. Así pues, tarda dos horas en responderme. Lo hace con precisión: «Hipersensibilidad. Pureza. Orden».

Juan Carlos Valera. Otro admirador de Juan Ramón es el poeta Juan Carlos Valera. Vive en Cuenca. A veces nos vemos allí, otras en Valencia. «Dime tu opinión, en estilo telegráfico, sobre Juan Ramón», le pido en otro sms. Enseguida llega su respuesta: «Es el máximo representante de la poesía pura. Su 'Platero y yo' fue denostado por los surrealistas (fundamentalmente por Dalí y Buñuel), acusándolo de ñoño, cargante y pastoso. Juan Ramón supo alentar y apadrinar a los mejores poetas de la generación del 27. ¡Ah! Su mujer Zenobia Camprubi era una magnífica escritora que se vio eclipsada injustamente por la sombra de su marido».

Foragido. En 'Violetas de España' (Notorius, 2017), Alejandro Melero, en el capítulo dedicado al spaghetti western, señala la «monstruosa falta de ortografía» que aparece en los carteles de mano de una película de Mario Maffei rodada en España en 1966: 'Trampa para un foragido'. Melero se subleva: no es 'foragido, es 'forajido'. Discrepo en el calificativo, tan exagerado: la falta es menor, no monstruosa.

Caprichos. Además, si Juan Ramón renegaba de la g cuando con el mismo resultado podía utilizar la j (jente, jeranio, jirar...), ¿por qué las películas del Oeste rodadas en Almería no iban a permitirse el capricho de utilizar la g en vez de la j cuando la pronunciación de 'foragido' y 'forajido' es indistinguible?

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