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Pirómano terrorismo

DIEGO CARCEDO

Miércoles, 18 de octubre 2017, 09:50

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Cada vez que aparecen llamas en las pantallas de televisión muchos nos preguntamos cuántos pirómanos hay actualmente en la cárcel. Porque el problema no es nuevo: incendios forestales ha habido siempre, a veces son fortuitos, causados por fenómenos atmosféricos o fruto de negligencias, pero ya hace mucho que se sabe -y en Galicia especialmente- que la mayor parte son intencionados, provocados por manos criminales.

La historia de la piromancia no es nueva, todos hemos leído y escuchado la falacia de que la ejercía el propio emperador Nerón para nutrir su talento poético, pero en los últimos tiempos se ha puesto al servicio de delitos muy variados, desde la regeneración de pastos más frescos para el ganado hasta la recalificación de terrenos, pasando por la posibilidad de que especuladores consigan comprar madera chamuscada a precio de saldo. Y lo más grave, siempre atentando contra el medio ambiente, lo cual es delito ecológico grave, y contra la seguridad pública, incluida la vida de las personas, lo cual puede convertirse más que en homicidios, en asesinatos. En Portugal, donde los recursos para combatir el fuego son más limitados, este año se han registrado cerca de un centenar de muertes y en Galicia otras cinco también han perdido la vida, víctimas de las llamas o de las intoxicaciones que están afectando a centenares. Ante este cuadro de desastres es imposible no rebelarse.

Para empezar, hay que exigir responsabilidades a las autoridades que tienen el cometido de impedir que los incendios se produzcan y, cuando se produzcan, poder apagarlos antes de que se extiendan. Ante un riesgo así no se deberían regatear medios materiales ni esfuerzos humanos. La protección y limpieza del terreno que se está asalvajando es fundamental y la vigilancia de sospechosos, que en algunos pueblos son conocidos, imprescindible; siempre es mejor prever que lamentar.

En Galicia hace un par de semanas la Xunta rescindió cientos de contratos de trabajadores temporales que participaban en la protección. No es justo pensar que entre tantos como se han ido al paro, alguno haya optado por vengarse. Pero quizás deberíamos reflexionar si, en un país con un desempleo tan elevado, no hay fórmulas para que algunos perceptores del subsidio del paro pudiesen incorporarse a los servicios contra incendios y así, además de tener trabajo, puedan mejorar sus ingresos.

Sería interesante un estudio psicopatológico del pirómano, esa figura que causa daño y terror y se encubre sin remordimiento en la ausencia de pruebas que el propio fuego destruye. Así podríamos descubrir qué sentido tiene causar incendios, ¿producirá algún tipo de morbo ver llamas devorando paisajes, amenazando viviendas, asando animales domésticos y asfixiando a semejantes? Durante mucho tiempo la vista gorda encubrió este tipo de acciones hoy convertidas en una versión más del terrorismo que amenaza.

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