Borrar

Necesitas ser suscriptor para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

El 13 de mayo de 1990 el fútbol adelantó una guerra. Ese día, el Estrella Roja de Belgrado visitó el estadio del Dinamo de Zagreb. Serbios y croatas mezclados en una grada donde los nacionalismos estaban a flor de piel en aquella mentira en la que se convirtió Yugoslavia. Miles de Delije, los ultras del equipo de Belgrado, se desplazaron a Zagreb para reivindicar la supremacía serbia en un país que ya era un avispero. El camino al estadio estuvo hilado por peleas y enfrentamientos. Los Bad Blue Boys del Dinamo quemaron banderas de Yugoslavia y la previa de aquel encuentro se desarrollo en un ambiente bélico. Los policías, lejos de actuar para evitar aquel partido, metieron a unos y otros en el estadio Maksimir para provocar una explosión en el infierno. La guerra de los Balcanes se vivió un año antes en la grada de los estadios de fútbol de aquel país dominado por el odio de los nacionalismos. Entre los Delije están los futuros integrantes de los Tigres de Arkan, uno de los grupos serbios más sanguinarios en la futura guerra -varios de sus líderes fueron detenidos en un restaurante de la calle Poeta Querol de Valencia en 2012-. Minutos antes del partido, los aficionados del Estrella Roja iniciaron una brutal pelea y empezaron a acuchillar a aficionados croatas. Los ultras del Dinamo rugen. La estrella local, Zvonimir Boban y sus compañeros se quedan en el campo e instan a la policía a actuar ante la ofensiva de los ultras del Estrella Roja. Los del Dinamo saltaron al terreno de juego y los cuerpos de seguridad actuaron contra ellos. El estadio de Maksimir era el escenario de una batalla campal. Un policía golpeó a un seguidor del Dinamo de Zagreb. Boban, fuera de sí, corrió hacia el agente y le dio una patada. Aquel gesto de un croata en un país roto dicen que fue la mecha que prendió el proceso de una guerra. Tres meses después del gesto de Boban, Yugoslavia ganó el Mundial de Baloncesto. Divac (serbio) y Petrovic (croata) se fundieron en una abrazo en plena celebración. Eran los mejores amigos. Segundos después, Divac arrancó una bandera croata de las manos de un seguidor que se había colado en la cancha. Aquel gesto rompió la amistad de los dos jugadores para siempre -es imprescindible ver el documental 'Hermanos y amigos'- y fue la segunda bomba que alimentó el inicio de una guerra terrible. El fútbol y el baloncesto también forman parte de la política. Los jugadores, hoy mismo, influyen en las opiniones que alimentan las polémicas. Lo estamos viendo en España. Las competiciones deportivas es lo que más se parece a una guerra con normas y sin armas. Piqué es hoy actor principal en una crisis que afecta y preocupa a los españoles. La historia no debe de ser la misma pero hay muchas formas de dar patadas como la que dio Boban.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios