'PELAIRES' DE MORELLA

Resulta fácil escuchar el sonido de las esquilas que anuncian la aproximación de un rebaño de ovejas, siempre obedientes a un perro peludo que corre alertando a las rezagadas. La figura del pastor y la mancha blanca de los animales constituye una de las escenas más antañonas de estas tierras, donde gracias a la ganadería ovina se mantuvieron el comercio y la industria lanera.

A través de documentos notariales se constata que el oficio de 'pelaire' era el más abundante; tanto auge alcanzó el tratamiento de las lanas que no sólo iban mercaderes de Valencia a Morella, sino que las relaciones mercantiles se extendieron a la Toscana italiana, que importaba gran cantidad de ellas y traficaba con productos manufacturados, después de haberlas teñido con gran riqueza de colorido.

Los telares fueron siempre manejados por hombres y mujeres, indistintamente, que buscaban un aprovechamiento del pelo de las ovejas; y a los paños llamados 'cordellatas' sucedieron las barraganas, las estameñas, las fajas (que los arrieros iban a vender por toda Espoaña) y, por último, las mantas, que en el siglo XIX alcanzaron gran auge, manteniendose su fabricación hasta hace pocas décadas, cuando se decoraron con ellas apartamentos y hostales.

Numerosos establecimientos siguen ofreciendo hoy estos textiles, aunque las mantas y las colchas tradicionales (pura artesanía) son un auténtico lujo, y destaca la gran oferta de suéters, chaquetas, chales, bufadas, gorras, chalecos y cuantas prendas impone la moda.

Y no olvidemos que, por su vinculación a la ganadería, en la comarca se cocinó de forma especial el 'tombet', guisado de patata con carne de cordero; y se preparó la cecina, que es una compra también recomendada.

Morella nos espera.