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Coke, Cabaco, Luna y Lukic son cuatro recién llegados al Levante. Alguno, como el ex del Sevilla, aterrizó en el mercado de invierno. Los cuatro y algún compañero más estaban el viernes por la mañana en el tanatorio de Alfara del Patriarca. Antes habían pasado otros compañeros y después lo haría alguno más. Los futbolistas fueron a dar su último adiós a Conchín, la mujer de Paco Fenollosa, el presidente de honor de la entidad granota. Todos se abrazaron a Paco. Con cariño, con la dulzura propia de alguien que siente y comparte el dolor de una persona a la que quieren. Hay gestos que van mucho más allá de la propia formalidad, de la obligación misma de cumplir con un papel y un deber. Paquito, un tipo inigualable, abrazó y recogió las manos de cada uno de los futbolistas con esa actitud patriarcal que proyecta en cada gesto. Siempre amable, educado y cariñoso.

Es difícil relatar qué se siente cada vez que Fenollosa acuna una de tus manos entre las dos suyas pero sólo puedo decir que a mí, como creo que a muchos, me transmite paz. Coke, el jugador y el carácter clave que abrió la puerta del vestuario para impulsar al equipo hacia la salvación, ejerció de veterano en ese pequeño círculo que en ese momento aliviaba el dolor del presidente de honor del Levante. Cabaco, un central del cuerpo a cuerpo, abrazó a Paco como el nieto que consuela al abuelo. La grandeza de un vestuario se hace fuerte en gestos como ese, en los comportamientos que van más allá del rectángulo de juego. Por eso, ante mí contemplé la grandeza de un tipo menudo, amable, cariñoso y leal. De una persona fundamental para que el Levante se mantenga en Primera. Ni en los peores momentos, aquellos en los que el equipo se asomaba al descenso, escuché un reproche de Fenollosa. «Xé Esteban, jo estic confiat de que anem a salvar-nos», decía alguna tarde de invierno en la visita a LAS PROVINCIAS, otra de sus casas. Si los nuevos acompañaron en el sentimiento a Fenollosa con un amor transparente, con los veteranos de la casa como Morales y Roger la alianza ya es indestructible.

Paco Fenollosa dio su último adiós a Conchín, su esposa, de traje y corbata. Elegante, tierno y como esposo que se ha sabido amado. En el ojal de la solapa del traje, como siempre, la insignia del Levante Unión Deportiva. No conocí a Conchín pero estoy convencido de que el Levante le deberá mucho a la esposa de Paco Fenollosa. Por eso, la familia levantinista arropó y acunó a su presidente de honor. Un apoyo incondicional. La grandeza de un vestuario. Desde los más veteranos a los novatos. La generosidad de una entidad a un levantinista sin igual, el calor granota a un señor que, por encima de todo, es una buena persona.

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