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La llamada nueva política parece que también produce un nuevo tipo de héroe, nada que ver con los viejos guerrilleros que echaban mano de la escopeta para asaltar el palacio de invierno o los cuarteles de la guardia civil. Leyendo estos días 'Tres periodistas en la revolución de Asturias', una recopilación de las crónicas de Chaves Nogales, Josep Pla y José Díaz Fernández, repasaba el trágico episodio que asoló aquella parte de España en 1934. En esas mismas fechas, Companys proclamaba el Estado catalán -aprovechando el caos de la huelga revolucionaria-, que tuvo un recorrido casi tan corto como el de 2017. Pero por mucho que algunos nostálgicos quieran regresar a la idealizada II república, la España del siglo XXI tiene muy poco que ver con la de la primera mitad del XX. La comodidad con la que vive la mayor parte de la población, la modernización de infraestructuras y servicios públicos, el acceso a la cultura y la educación o la facilidad con la que se viaja a cualquier parte del mundo, son factores que han cambiado por completo la sociedad en su conjunto y al español medio. El obrero o el campesino explotado hasta el límite, amargado e inculto, resentido con su amo o con el cacique de turno, era el caldo de cultivo ideal para empuñar las armas y lanzarse a derribar un régimen que no sentía como suyo porque su aspiración era otra: la revolución soviética. La estabilidad política y la prosperidad económica alcanzada por Europa después de la tragedia de la II guerra mundial y la primavera democrática española a raíz de la muerte de Franco han transformado por completo a sus habitantes. Ahora, las revoluciones ya no se sustancian a escopetazo limpio sino en las urnas, votando. Es así como el Reino Unido optó por el 'Brexit', o Estados Unidos eligió como presidente a un personaje más propio de una comedia que de la primera potencia del mundo. O como en España se dio entrada en el Parlamento a un partido (Podemos) que quería dar el finiquito al «régimen del 78». El domingo Italia afronta unas elecciones que pueden ser muy influyentes en el futuro de Europa, y ese mismo día se conocerá el resultado de la votación entre los miembros del Partido Socialdemócrata alemán acerca de si quieren gobernar o no en coalición con los conservadores de Merkel. Recordaba recientemente Enric Juliana en La Vanguardia que los gobernantes catalanes del 34 «aguantaron el chaparrón» y ninguno se desdijo de su pretensión de proclamar el Estado catalán. Los nuevos héroes, los de 2018, perpetran 'acciones' como no acudir a saludar al Rey, salir huyendo a Ginebra o residir en un palacete en Bruselas, por no hablar de los que ante el juez aseguran que todo fue simbólico, casi una broma. No es que eche de menos a aquellos pero estos son de opereta.

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