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Carmen es protagonista involuntaria en muchas ocasiones en su vida. Recibe miradas curiosas de un público que no se sienta en butacas. Y escucha murmullos de personas que no han pasado por taquilla para verla. Ella es actriz, pero esto no le sucede sobre un escenario, sino en su día a día, en la calle, entre gente que la juzga -algunos sin querer, otros queriendo- por su identidad como mujer. «Queda mucho por hacer, hay mucha incomprensión, ojalá preguntaran más y no hablaran por hablar», se queja. Se ha acostumbrado a los dedos acusadores, a las medias sonrisas, a las caras de extrañeza. Convive con ellos, pero pelea para que se acaben. Dice que el que no sepa que pregunte, desde el respeto y la educación, eso sí. El pasado sábado fue un día especial para ella. Esta vez se subía a un escenario cargado de simbolismo, instalado en la plaza del Ayuntamiento, un lugar con gran significado. «Me he sentido muchas veces ninguneada y rechazada por los políticos que gobernaban antes ese Ayuntamiento. Para mí ha sido importante estar ahí, frente a ese edificio, contando mi historia y recibiendo aplausos», explicaba emocionada a un público no menos emocionado con su relato. Fue a propósito de la programación de calle que el Festival 10 Sentidos proponía en este emblemático enclave durante todo el día y que incluía la representación de la obra 'Ser visibles'. Un grupo de invisibles lograban una atención merecida, narrando sus casos particulares: cómo, por diversos motivos, son rechazados por una sociedad que condena al diferente. Con la compañía La SubTerránea como guía pasaron por allí testimonios de inmigrantes, personas con diversidad funcional o transexuales, colectivos que a menudo se sienten eliminados del mapa. «De eso sabemos mucho», decían resignados.

Carmen Fernández es transexual. Canta 'Mi vida privada'. «Pero por qué, por qué, por qué quieres tú saber mi vida privada», dice la letra. Quiere elegir cuándo ser protagonista y no serlo por razones que no elige. Existen muchas clases de invisibilidades. Sabe que le queda camino por recorrer. En ese camino se encuentra sorpresas gratas, como lo fueron las palabras y vítores que consiguió el sábado. Hoy vuelve a subirse al escenario, vuelve a ser protagonista por decisión propia. Lo hace, con motivo del día contra la LGTBIfobia, para dirigir e interpretar una pieza teatral que reivindica a Margarida Borrás, mujer transexual, primer caso documentado de tortura y muerte en Valencia por identidad de género. Aquella ejecución se realizó, en 1460, en la plaza del Mercado, que es hoy el lugar escogido para instalar el escenario. Otro emplazamiento representativo. Qué importantes son los gestos y los símbolos. Ojalá la vida la regale muchos gestos y símbolos a Carmen. Y ojalá llegue el día en que ni ella ni nadie los necesitemos. Todos deberíamos poder decidir cuándo y por qué ser protagonistas.

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