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Urgente Supermercados abiertos este Viernes Santo en Valencia: Horarios especiales

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La Vuelta Ciclista a España quería hace unos años que Cristina Pedroche fuera uno de los reclamos para darle publicidad a la prueba. La chica de las campanadas y las transparencias, sobre la que cada noche de Fin de Año se abre un debate nacional, pedía según me contaron 4.000 euros por cada mensaje enlatado de 140 caracteres. La chica es y era una 'influencer' y hay que entenderlo, decían. Estos días han vuelto a mi vida los dichosos 'influencers' como una de las vías más rápidas para darle bombo y platillo a saraos de diversa índole. Y me lo ha revelado alguien que cuelga de una institución pública y que contrata a charlatanes de la red para promocionar su marca. Yo me bajo de este carro, salto del tren y me niego a que Dulceidas, Escanes, Pelayos dirijan mi vida. El mundo hace tiempo que cruzó la frontera del gilipollismo absoluto. Me preocupa el futuro que le espera a nuestros hijos y más el de los nietos que no sé si tendremos. Me declaro carcamal convencido y desertor de conciencia de las nuevas tecnologías, de las redes sociales abusivas y analfabetas, de la influencia de niñatos/as y de todos aquellos que llevan a la sociedad a la banalidad más absoluta. Si la estrategia de una administración pública es el recurso al 'influencer' me parece la más torpe de las decisiones y un dinero malgastado de un presupuesto que alimentamos. Hacienda somos todos pero no para pagar 'influencers'. Métodos alejados de las mínimas normas de la credibilidad. El consumidor, léase lector o televidente, debe hilar fino al elegir a su informador. De la misma manera que el nuevo periodismo en general está abducido y maniatado por la tiranía del click, desde diversos estamentos, públicos y privados, se coloca la alfombra roja a la simpleza moral y al consumo rápido para hacer de esta sociedad una piltrafa insoportable. Y mientras tanto es más difícil que nuestros hijos rescaten de la biblioteca un libro pese al empeño de los padres. Los partidos políticos sustituyen su programa electoral por un bombardeo digital para captar a los potenciales votantes con mucho envoltorio, efectos especiales y luces de neón. El voto rápido y plano. Y en mi área, la del deporte, los clubes cobran por fichar, se jactan del impacto en las redes sociales y abofetean su historia. Además, las redes sociales se han convertido en la nueva plataforma de comunicación como si todo el mundo estuviera obligado a tener un perfil en Facebook, Twitter e Instagram. En la información debe primar la calidad frente a la cantidad y a los 'influencers' lo que en realidad les mueve es el dinero, el beneficio propio y lograr seguidores para que nuevos incautos caigan en las redes de su postiza existencia. El día que la realidad virtual empezó a tener más interés que la propia vida la tristeza empezó a ganar la partida.

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