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La ministra de Educación de Suecia dimitió tras ser cazada al volante con 0,2 miligramos de alcohol en sangre. Mejor no contaré la ristra de políticos españoles que han circulado mamados y no se han borrado ni de la presidencia del club de petanca. El ministro de Cultura portugués cesó tras amenazar con propinar bofetadas a dos columnistas del diario 'Público'. Aquí hay cargos públicos de la capital del Turia que se mofan en las redes sociales de un medio, que jamás contestan a las llamadas ni a los mensajes y que no sienten ni un ápice de responsabilidad por ello. Y si se tienen que inventar un semáforo, se lo inventan. Para algo son los 'capo di capi'. El ministro de Defensa alemán se marchó a su casa simplemente por plagiar una tesis doctoral. Pero aquí, en España o en la Comunitat, nunca pasa nada. Aquí basta abrir el periódico para comprobar cómo el Ayuntamiento de Valencia realizó el año pasado 300 contratos a dedo, sin control fiscal previo, y nadie entona el más mínimo 'mea culpa'. Durante toda la semana se airea la inacción del Ayuntamiento de la Vall d'Uixó, las Fuerzas de Seguridad y los servicios cinológicos municipales tras cinco (repito, cinco) ataques de una jauría de perros, el último con un ser humano fallecido. Y aquí no pasa absolutamente nada. La incapacidad de los políticos de asumir culpas es reflejo de la incapacidad de la sociedad de hacerlo. Cuesta mucho escuchar de alguien un perdón, un lo siento, un 'la culpa es mía' o me equivoqué yo. Buscamos siempre cargarle el muerto a otro. En la sociedad del perfeccionismo, un 'he sido yo' equivale a humillación y debilidad. Cuando un niño falla en el cole, la culpa siempre es del maestro. Enseñamos a engañar, no a enmendar Y ya lo dice el refranero: 'Rectificar es de sabios'. Lo contrario, de asnos.

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