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El nuevo tonto

Como decía el abogado, son simples. Velocidad, chulería, fútbol, alcohol, chicas y juerga. Ése es su horizonte

M.ª JOSÉ POU AMÉRIGO

Miércoles, 29 de noviembre 2017, 08:50

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Entiendo que un abogado ha de hacer lo imposible por defender a su cliente, pero si el mío, en algún momento, intentara hacerlo llamándome «imbécil» en público estaría despedido de inmediato. Y no porque no tenga motivos en ocasiones de decirme «perdona, bonita, pero la has metido hasta el corvejón», que los tiene, sino porque una cosa es decírmelo en privado y con paciencia del santo Job, como suele, y otra, vocear a pleno pulmón que su clienta es una cretina de récord Guinness. Eso sí que no. Vale que no tiene que hacer conmigo de representante de la Beyoncé pero tampoco arrastrarme por el fango como si tal cosa. Las cretineces de una servidora son un logro personal de innecesaria difusión que engrosan el secreto profesional de mi abogado y su futuro libro de memorias.

Afortunadamente, tengo la convicción de que nunca ocurrirá algo así porque ni él ni yo somos cretinos y, sobre todo, porque una no pertenece a la raza imbécil nivel 'la manada'. Es precisamente el abogado de tres de los acusados en la violación de los Sanfermines quien ha mostrado su pesar por el linchamiento que están recibiendo sus clientes. Y lo ha hecho apelando a su condición de algo «imbéciles», «simples», «infantiloides» y «patanes» pero no delincuentes. Explicaba ayer el letrado que sus defendidos no han cometido el delito que se les imputa y sin embargo están sufriendo un escarnio público desmesurado. Aventuraba el defensor: «Mis representados no son modelo de nada; pueden ser hasta unos verdaderos imbéciles, sus conversaciones privadas son de patanes pero son buenos hijos». O sea, el clásico tonto del pueblo reconvertido en un fiestero que solo usa las neuronas inguinales y echa mano del alcohol para desinhibirse. Al margen del límite penal que corresponde situar a la Justicia, ese perfil de patán contemporáneo es más común de lo que parece y se halla extendido entre una parte de la juventud centrada en trabajar de lo que sea para 'desfasar' durante el fin de semana. Son esos machitos 'makineros' de coche tuneado, de mentalidad aparentemente abierta pero realmente anticuada, a quienes gusta presumir. De todo: de ligue, de coche, de curro, de piba o de poderío masculino. Como decía el abogado, son simples. Velocidad, chulería, fútbol, alcohol, chicas y juerga. Ése es su horizonte. Y en él, es difícil que encaje una visión igualitaria de la mujer. La suya es eso, suya. Y la que no es de nadie es de todos. Lo preocupante no es solo un caso concreto que ha llegado demasiado lejos como el de 'la manada' sino que ese perfil existe entre gente muy joven. No hay más que pasarse por algunas discotecas o fiestas patronales de muchas localidades para verlos. Tampoco hay que esperar a Sanfermines ni irse tan lejos. Ni tan siquiera atribuirlo a la condición de fiesta-macrobotellón en la que se ha convertido la semana grande de Pamplona. El germen lo tenemos aquí, cerca y cada fin de semana.

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