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Lo fácil es señalar a los otros como los responsables de que cierren librerías (Leo), cines (Aragó Cinema) y teatros (sala Zircó o Microteatro). Lo difícil y lo que compete a cada uno de nosotros es evitarlo. Seguramente las administraciones públicas, desde el Ayuntamiento hasta el Ministerio de Hacienda, no sean las mejores aliadas para este tipo de negocios, pero tampoco los ciudadanos estamos siempre a la altura. Por desinterés, por falta de tiempo o por comodidad, no frecuentamos los espacios culturales ni valoramos el trato cercano de los comercios singulares, o bien, no lo hacemos lo suficiente para mantenerlos. No es cuestión de reclamar que la trama urbana conserve los negocios de hace 20 o 30 años sino de impedir convertirla en tierra de franquicias, donde los vecinos no adviertan las diferencias entre su ciudad y otra cualquiera, y de evitar que el patrimonio histórico y arquitectónico (como el cine Metropol) desaparezca a golpe de piqueta. Todos somos responsables de la Valencia que habitamos y de la que desaparece.

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