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Mochila de ministro

Imperdonable, con lo atentos que están a los gestos, a las tendencias, ¿cómo no han sustituido ya las carteras?

PABLO SALAZAR

Domingo, 17 de junio 2018, 18:31

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Al Gobierno fashion de Pedro Sánchez -paritario, inclusivo, empoderado, sostenible, solidario, progresista, moderno y hasta guapo- se le escapó un detalle, menor tal vez, pero simbólico. Tras retirar el crucifijo y la Biblia de la jura o promesa primero del presidente y posteriormente de los ministros (¿por qué ponen la mano encima del ejemplar de la Constitución?, ¿qué valor pretenden darle a semejante acción si no es un texto sagrado?) y después de acudir varias ministras vestidas de rojo para escenificar el inicio de una nueva etapa, llegó el traspaso de poderes en los ministerios, la tradicional entrega de la cartera al nuevo titular del departamento por parte del anterior ocupante del cargo. Es un acto de normalidad democrática, especialmente cuando se produce un cambio de color político en la Moncloa, como es el caso. Políticos del PP daban paso a ministros del PSOE o de la órbita socialista en un ambiente de cordialidad y hasta de colegueo que contrastaba con la aspereza de algunos debates en el Congreso o el rudo intercambio de declaraciones que caracteriza la actualidad política diaria. No hay crucifijo ni Biblia, como tampoco están los textos legales sobre la mesa del Consejo de ministros, delante de cada asiento, porque ahora toda esa compilación de leyes -si es que quieren consultar alguna- la tienen en sus ordenadores. De la escenografía también ha desaparecido la tradicional reverencia ante el Rey, que cuando se trata de Gobierno de izquierdas es sustituida por una ligerísima inclinación de cabeza casi al paso, como el que no quiere la cosa, no sea que el sector republicano se enfade, o ni eso, un hola qué tal cómo estás similar al que soltarías a tu vecino del quinto al coincidir en el ascensor. Pero precisamente por toda la estética acorde a los nuevos tiempos que rodea al Gobierno fashion (un poquito menos tras la salida de Màxim) es imperdonable que se les escapara un detalle que a buen seguro será corregido en próximas ocasiones. ¿Qué es eso de una cartera de ministro si ahora todos y todas, o casi todos y casi todas, llevan (llevamos) mochila? La mía, de piel vuelta, regalo de Reyes Magos, una preciosidad. Otros, de lona, o de nylon, o de skye, o vaqueras, deportivas o más formales, más grandes o más pequeñas, pero mochilas al fin. O bolsos bandolera. Pero... ¿carteras? Ahí les falló el departamento de estética y atención a la moda, los asesores de tendencias y hábitos de consumo. Fíjense en Pablo Iglesias, siempre con su mochila a cuestas, como «la gente». La cartera suena viejuno, de otros tiempos, ¡anda los donuts, anda la cartera!, más propia de profesionales de alto poder adquisitivo que de políticos (y políticas) que están al día, implicados en la sociedad, en consonancia con sus gustos y necesidades. En el próximo Gobierno, nada de traspaso de carteras, que eso es vieja política. Traspaso de mochilas. Y algún día ya llegarán las nuevas ideas.

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