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Urgente Supermercados abiertos este Viernes Santo en Valencia: Horarios especiales

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Una parte del valencianismo vive en estas horas en un estado espumoso y burbujeante alimentado por la incorporación de cedidos y descartes de aquellos equipos con los que en teoría el club tenía que pelear cuerpo a cuerpo para hacerse con los mejores futbolistas del mundo. Hace tres veranos, como si fuera la procesionaria, miles de personas -según las fuentes oficiales e interesadas de aquellos momentos- desfilaron por delante de la fachada de Mestalla al calor de 'Lim te queremos'. Ayer, el reaparecido ausente, se presentó en 'su' casa para contemplar -este artículo está escrito antes del partido ante Las Palmas- una plantilla que ha llegado a la parrilla de esta Liga sin las piezas deseadas para ser competitiva. El mantra del 31 de agosto se ha repetido para instaurar la norma de que los seis puntos que había en juego a priori importaban un bledo. Como si la Liga para el Valencia comenzara con la llegada de septiembre. El otro día, un buen amigo, de esos que comparten con un servidor el día y parte de la noche de las fiestas del pueblo, me decía: «Macho, todos te preguntan a quién va a fichar el Valencia». La realidad vivida durante el último mes, ya sea en chanclas en la piscina municipal o en la previa de una cena de sobaquillo, es que el valencianismo transita entre desesperado y decepcionado por las falsas promesas de títulos de humo que en su día se vendieron para justificar la venta al magnate del no hay dinero. Me atrevería a decir que el Valencia ahora mismo es el club de España con el desajuste más brutal entre ingresos y gastos -si la venta millonaria de jugadores no lo remedia-, con un déficit presupuestario que ronda los 50 millones de euros en un club con 300 millones de euros de deuda, un estadio sin acabar camino de la ruina y con unos ingresos de televisión estancados y alejados de los grandes patrocinadores. Mientras el valencianismo se pregunta por los grandes fichajes de un club que ya busca doblar la esquina para enfilar su centenario, la realidad a futuro se antoja complicada y dispersa. La llegada de los Murillos y Gabrieles se ha celebrado casi como si un jeque pusiera los 200 de Neymar. La ausencia de panes hace buenas las tortas. Lim pasará estos días revista y consulta en el Westin, su centro de operaciones, con el fin de ganar tiempo y ver si su nuevo proyecto no deriva en engendro como ha venido sucediendo. Su destino se lo ha confiado a las manos de Mateo Alemany, que ha asumido las tareas de director general de manera oficial y las labores de director deportivo frente a un Alesanco que es el último superviviente del anterior (y fracasado) proyecto. Y mientras tanto, la plegaria termina en Marcelino en ti creemos.

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