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Horarios comerciales

Climent lleva ya veintisiete meses consumidos para desorganizar los horarios comerciales. Un nuevo récord del mundo

Pablo Salazar

Valencia

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Martes, 17 de octubre 2017, 09:59

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Hay vida más allá de Cataluña y el conflicto independentista. Pongo la radio al levantarme y en la desconexión valenciana del programa nacional informan de que el conseller de Economía (productiva, etcétera, etcétera, etcétera) se va a reunir con los sectores afectados para tratar de cerrar ya un acuerdo sobre los horarios comerciales. Lo confieso: han logrado que finalmente no me entere de cómo está ese tema de tantas y tantas vueltas que le han dado. Que si Valencia una cosa y Alicante otra, que si la consellería quiere esto y el ayuntamiento aquello, que si hay un pacto, que se rompe, que los tribunales dicen, que el Consell recurre, que el conseller declara pero la secretaria autonómica matiza... Ahora bien, hay una verdad incuestionable entre tanto ruido: las elecciones autonómicas fueron en mayo de 2015, el Gobierno del Botànic se formó antes del verano, estamos por tanto hablando de dos años y tres meses de gestión del Ejecutivo de Puig-Oltra, y después de veintisiete meses el asunto en cuestión apenas ha avanzado, más bien se ha liado hasta el extremo.

Dos notas al margen sobre la cuestión que nos ocupa: la primera nos lleva al pasado 9 d’Octubre; en una televisión local veo al conseller de Economía (productiva, etcétera, etcétera, etcétera) visitando un mercadillo en un pueblo de su comarca, una actuación -la comercialización de productos autóctonos- de la que se siente orgulloso, según explica en el vídeo. Ahí se le ve disfrutar a Climent, está en su hábitat natural, es en ese ambiente donde encuentra sentido a su cometido al frente de una consellería tan compleja. De fondo suenan el tabalet y la dolçaina. Todo muy bucólico, del gusto de los dirigentes nacionalistas de Compromís. La comarca, la vuelta al campo, la vida rural. La segunda nota tiene lugar unos días antes, el sábado 6, cuando el columnista puede comprobar personalmente que toda la plaza de la Reina se ha convertido en el paraíso del ‘top manta’. Posteriormente, el pasado sábado, día 13, certifico que la calle Don Juan de Austria sigue igualmente colonizada por los vendedores ilegales. Y para rematar la faena, acceder al centro de la ciudad en coche se ha convertido en una proeza gracias a las restricciones impuestas al vehículo privado y a la EMT y al fomento de la bicicleta. En resumen: la gran apuesta del tripartito -según sus palabras- por el pequeño comercio, que era la de restringir las aperturas en festivos, sigue empantanada, mientras las acciones que de verdad podrían contribuir a acabar con los auténticos problemas de las tiendas -la competencia ilegal y la accesibilidad- no parecen formar parte de la agenda de sus compañeros de coalición en el ayuntamiento. Pero mientras aquello es ideología, esto es simple y vulgar gestión.

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