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UNA HISTORIA DEL VALENCIA (VII)

Eduardo Cubells fue la primera gran figura en la historia del Valencia

JOSÉ RICARDO MARCH

Lunes, 6 de noviembre 2017, 09:54

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En marzo de 1919, a la hora de conformar el equipo del Valencia, Milego y Medina realizaron un llamamiento a los deportistas de la ciudad para reclutar a los primeros futbolistas del nuevo club. La nómina inicial se nutría especialmente de antiguos miembros del Español, aunque también intregó a nombres procedentes del Sagunto, el Godella o el Rat Penat, entre otros. Y no dejó de crecer con el paso de las semanas. Entre los rezagados que no asistieron a la primera convocatoria pero sí lo hicieron más adelante se encontraba un adolescente menudo y con aire despistado que arrastraba la bien merecida fama de ser uno de los mejores equipiers de la ciudad. El chico tenía diecinueve años y se llamaba Eduardo Cubells Ridaura. Cubells ('Cucala' para sus coetáneos, en recuerdo de un guerrillero carlista especialmente mandón) había nacido en el barrio de Algirós en 1900 y se acostumbró desde muy pequeño a escuchar el sonido de los balones en un solar cercano a su casa que, con el tiempo, acabaría convirtiéndose en el primer campo de juego del Valencia. Tras asistir embobado a los partidos de la Exposición Regional, afianzó la afición en el colegio de los Maristas e inició el camino hacia la gloria pasando por el Hispania, el Gimnástico, el Rat Penat y el Español.

Nuestro hombre ingresó en el Valencia en octubre de 1919. Sin embargo, tras disputar una veintena de partidos con el recién nacido equipo, se marchó sorprendentemente de la ciudad en dirección a Sevilla «en busca de fortuna». Allí su calidad le abrió las puertas del conjunto, ya famoso, de Kinké y Spencer, y le permitió ganar algún dinero. Aquella etapa sevillana apenas duraría tres meses: una visita del Valencia a la ciudad andaluza en octubre de 1920 (de la que nuestro equipo se llevó un par de goleadas en contra) abrió el grifo de la melancolía de Cubells y aceleró su vuelta a casa. Eduardo regresó a Valencia transformado en un futbolista mucho más completo, ganado para la causa del juego preciosista. Era, dicen las crónicas, un jugador técnico, inteligente, ordenancista y dotado de dos cualidades que lo hacían sobresalir: liderazgo y olfato goleador. Rescatemos el testimonio de uno de sus coetáneos, el histórico periodista Rafael Hernández Zafrilla: «Cubells fue el primer jugador valenciano poseedor de una técnica perfecta, futbolísticamente hablando. Mientras sus compañeros de equipo lo fiaban todo al ímpetu y a la codicia (...), Eduardo hacía siempre la jugada justa, la precisa, para no desperdiciar ni avances ni facultades. Su jugada más notable era el remate de heading en los córners. Si el exterior disparaba bien, contadas eran las veces que la bola no llegaba hasta la red, impulsada hábilmente por su cabeza».

Poco a poco Cubells fue acumulando prestigio desde su posición de interior derecho. E inició una relación basada en la coexistencia pacífica (otra cosa sería la de sus respectivos grupos de seguidores) con Arturo Montes, ariete del equipo, que redundó en beneficio del Valencia. Su frente común, que se extendió a lo largo de ocho años, ayudó al club a salir de las catacumbas, conduciéndolo, entre otros logros, a la consecución de cuatro campeonatos regionales y la participación en cinco Copas de España y situándolo como el equipo de referencia en la Valencia de su tiempo.

Paralelamente a los éxitos logrados, la estrella de Cubells no paró de crecer. Fue, sucesivamente, capitán del equipo, abanderado del club, primer internacional de la entidad y jugador de honor. Se le dedicaron aucas y libros y apareció en cromos y folletos de todo el país mientras la prensa, rendida a sus pies, cantaba sus alabanzas. El Valencia, para no ser menos que los demás, encargó un cuadro a Martín Vidal que perpetuase al mito. Pero con la fama también creció la ambición. En diciembre de 1925 se negó a jugar con el Valencia si no le pagaban (era norma general que los futbolistas, salvo contadas excepciones, no cobrasen un salario). Esta declaración de rebeldía provocó su exclusión del equipo y la revocación de todos sus privilegios.

Tras recibir el perdón del club unas cuantas semanas después, Cubells volvió a alinearse con el Valencia. Pero ya nada volvió a ser igual. El club le dio la baja de mala manera en 1928 (en compañía de Montes y Garrobé, el segundo internacional en nuestra historia) mientras se preparaba para afrontar el debut en el nuevo Campeonato Nacional de Liga. Cubells, a quien la noticia supo a cuerno quemado, optó por retirarse para atender sus negocios personales. Sin embargo, esta salida en falso no supondría el final de la relación entre Cubells y el Valencia. Afortunadamente.

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