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Hijos predilectos

Arsénico por diversión ·

La racionalidad ha dado un paso atrás frente a la emotividad y ya todo lo juzgamos desde su capacidad para hacernos sentir

María José Pou

Valencia

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Viernes, 1 de diciembre 2017, 09:50

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Tenemos 'hijos predilectos' por encima de nuestras posibilidades. Ése quizás sea el motivo por el que algunos corren el riesgo de dejar de serlo a la primera de cambio. No estoy justificando que Federico Trillo tenga que soportar estoicamente que el ayuntamiento de Alcoy abra expediente para retirarle su condición de Hijo Predilecto o que la ministra de Sanidad, Dolors Montserrat, tenga que ver cómo su pueblo votaba la propuesta de declararla persona non grata. No niego los méritos ni la idoneidad de sus perfiles para ser consideradas personas que honran a su tierra, pero la carga de emotividad que tiene la decisión de ensalzarlas o la determinación de hundirlas convierte ese hecho en una frivolidad evitable.

Si algo caracteriza el tiempo que vivimos, y no solo en lo político, es la presencia de las emociones en todo lo que hacemos. No sé si es influjo de la publicidad, el narcisismo rampante o el retardo en acceder a la madurez en las nuevas generaciones. La cuestión es que tendemos a impregnarlo todo de apelaciones al corazoncito. Si alguien quiere lograr el triunfo social o político solo tiene que conmover a los que tienen que dar el plácet para, al menos, ser considerado. La racionalidad ha dado un paso atrás frente a la emotividad y ya todo lo juzgamos desde su capacidad para hacernos sentir. Esa es la raíz del populismo, que pretende apelar a lo irracional para lograr la mayor de las adhesiones. Bien lo saben los nuevos líderes que no ofrecen datos que nos convenzan sino anécdotas sensibles que nos enternezcan. Nos mueve más la historia de una familia como la del árbitro que cayó por la zancadilla de una periodista en su carrera por entrar en Europa o la foto de un niño ahogado en la playa, que las explicaciones repletas de cifras y razonamientos de las ONG que trabajan con los refugiados sobre el terreno.

Nos impacta más el relato de una madre que pierde a sus hijas en Italia que las justificaciones de carácter jurídico que puedan dar los expertos. O la imagen de un padre sosteniendo en brazos a su hijo frente a un policía en Cataluña que, incluso, la explicación que da el cuerpo de Policía respecto a quién estaba de verdad en peligro y por qué.

En la vida política también sufrimos ese superávit de emotividad de tal forma que se cultivan los amores y los odios con una ligereza preocupante. El que hoy aparece como un héroe, a Trapero me remito, mañana puede ser el peor enemigo. Eso en muchas localidades se logra con la palanca del Hijo Predilecto o la Persona Non Grata. En ocasiones se decide una u otra por pura reacción a un hecho sin profundidad. Ni merecen el elogio ni el desprecio pero eso es lo que impera en el ámbito público. Son 'likes' o 'dislikes' como los de las redes sociales. Mero impulso inmediato que hace pulsar una tecla u otra. Sin meditarlo. Por eso hay demasiados. Escoger uno cada siglo quizás nos ayudaría a pensarlo mejor.

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