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El acierto lo marca el nivel de las reacciones. Y así, observar a don Aitor, el del PNV, perder esa calma suya tan pachorra como de soportar una larga digestión tras una opípara comilona en su sociedad gastronómica, nos indicó que la razón caía del lado de Toni Cantó. «Racista», le llamó don Aitor. Hombre, que un hijo espiritual de Sabino Arana califique de «racista» al prójimo no me negarán que tiene guasa...

Pero sin duda el premio lo ganó la diputada catalana del partido que tuvo que cambiar su nombre para huir de la corrupción que le mordía más allá de los tobillos. Con ella, el gesto sustituyó a la palabra, lo cual supone un meritorio retorno a la trifulca cavernícola. Esta mujer le dedicó a Cantó, desde su escaño, un corte de mangas, que es una cosa muy de patio de colegio y que se emplea tras mascullar eso de «rebota rebota y en tu culo explota». Tanto infantilismo me sume en la tristeza. Ni insultar con gracia saben. El corte de mangas, en general, y a ciertas edades, no sólo representa un arma patética, sino que obedece a un súbito calentón propio de personas dotadas de escasa sesera. Sin embargo, ya en los pasillos, esta diputada señaló que ese corte de mangas de jardín de infancia y manchas de Nocilla sobre la pechera fue un acto meditado, pensado, masticado. Tanto caviló, esta diputada, que igual luego se marchó de urgencia a la piltra para reposar y reparar el desgaste. Cantó se atrevió a expresar lo que cualquier persona sensata conoce; esto es, que los chavales padecen un adoctrinamiento brutal en las aulas de determinadas comunidades gracias a unos cuantos profesores que gustan de lavar el cerebro de los pequeñuelos. Bueno, pues por apuntar esta obviedad Toni Cantó cosechó la ira chusca de un señor vasco y una señora catalana que cobran de nuestros españolísimos impuestos.

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