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Feliz lo que sea

Arsénico por diversión ·

No terminan de ver -ni lo intentan- que la presencia de lo religioso no siempre es tóxica y que la tradición no nos ahoga

María José Pou

Valencia

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Miércoles, 27 de diciembre 2017, 10:26

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Hay quienes creen que las fiestas son como las medicinas, que tienen un principio activo y luego una marca que lo comercializa bajo su nombre para hacer negocio. Para ésos, la Navidad es la fiesta de invierno de la que se apropió la Iglesia para vender una efeméride de carácter religioso. En realidad tienen parte de razón. Dicen algunos expertos que posiblemente Cristo no nació en diciembre pero se situó la conmemoración del hecho justo en los días del solsticio de inverno, y el reconocimiento del Sol que renace y crece, para suprimir las fiestas paganas. Sin embargo, los matices no son para ellos, impermeables a la valoración de lo religioso en un contexto contemporáneo. No terminan de ver -ni lo intentan- que la presencia de lo religioso no siempre es tóxica, que la tradición no nos ahoga sino que nos explica y que puede evolucionar sin traumatizarnos necesariamente.

Será por eso que algunos optan por el genérico, como yo cuando voy a la farmacia, y felicitan sin más explicación. Sin marcas, sin decir por qué, sin venir a cuento. Es lo que hizo Joan Ribó deseando «buenas fiestas» en diciembre sin que haya quedado claro a qué fiestas se refiere y por qué se siente obligado a enviarnos sus buenos deseos.

Es el uso de un amplio «que seas feliz en estas fechas tan señaladas. ¿En cuáles? Y eso qué más da. En las que tú quieras». Así que cualquier día me voy a liar la manta a la cabeza y voy a empezar a felicitar sin decir por qué y sin entrar en detalles. Como una loca de la felicidad universal. ¿Que llega un cumpleaños y la interfecta no quiere presumir de que ha cumplido 50? Pues le doy dos besos y un muy sentido «que seas feliz». «¿Por qué?», me preguntará provocándome para que le suelte lo de su acumulación de periodos de 365 días y enfadarse conmigo y le contestaré: «¡Porque soy así de buena gente y te deseo lo mejor a cada momento!». ¡Toma castaña! ¿Que llega la Pascua y el interesado es un ateo recalcitrante 5 jotas y 3 estrellas Michelin? Pues le doy un abrazo cual boa constrictor y le estampo un «que todo te vaya bonito». Si me pregunta el qué le diré: «Pues todo, hombre, todo. La vida, el amor, la declaración del IVA trimestral, yo qué sé, ¿hace falta hacer una lista?». ¿Que me encuentro con una Pepa alérgica al sentido religioso de las Fallas, extremista de Femen y convencida de que San José es un modelo de calzonazos heteropresor y reproductor del modelo patriarcal? Pues le mando un whatssap para recordarle que el mundo es un lugar hermoso gracias a su presencia en él justo el día de San José pero sin entrar en detalles. A este paso me temo que voy a terminar convirtiéndome en una cursi sin sentido de la realidad y, sobre todo, en una pesada que necesita tres párrafos total para decir «Feliz santo». Al menos, será más razonable que escribir «feliz Navidad» con la foto de un árbol ardiendo, como Izquierda Unida en Madrid. Para eso, mejor «feliz invierno».

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