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DE LA EUFORIA SE PASA A LA DECEPCIÓN

VICENTE LLADRÓ

Lunes, 16 de octubre 2017, 10:17

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Entre los agricultores son frecuentes los cambios de ánimo radicales, los bandazos ante lo que deparará el futuro cercano, y del mismo modo se extiende el convencimiento fácil de que una racha buena no cesará nunca que, por el contrario, cuando se trunca, se cae en el desánimo con prontitud. De la euforia se pasa a la decepción, y al revés; casi no hay término medio. Si por cualquier causa insondable alguna producción es buscada momentáneamente por los compradores y sube de precio de repente (pocas veces, pero ocurre), igual cunde la creencia de que no dejará de subir, y entre quienes la víspera ni olieron tal tesitura surgen los que se ponen dignos y piden más y más, sin tope. Pero esos mismos, y otros más, cuando las cosas evolucionan hacia abajo (lo más habitual) van raudos a salvarse como puedan a precios mínimos, sin pararse a pensar más, sin intención de ponerse a defender lo suyo, y entregan enseguida sus cosechas, incluso sin precio, con el temor de que se les vayan a quedar en el campo, no fuera a ser que sucumbieran además por 'el qué dirán'.

Viene esto a cuento de que hay tres productos que capitalizaron en años pasados grandes crecimientos, configurándose como alternativas ciertas a otros cultivos en crisis casi eternas, y ahora, cuando aparece en los tres casos el freno que muchos anunciaron (algunos hasta en indebido plan agorero, la verdad), aquellas enormes ilusiones que no se iban a truncar nunca, ni por asomo, se convierten súbitamente en frustración.

Nos referimos al caqui, la granada y la almendra. ¿Se acuerdan de los reiterados anuncios triunfales que los encumbraron como protagonistas de éxitos que nunca tendrían fin? Pues cuando las producciones han crecido y la evolución de las demandas no ha ido tan pareja, los primeros sobresaltos negativos, o al menos no tan positivos como antes, se traducen en negros nubarrones. Y seguramente no será para tanto, ni antes ni ahora. Más convendría sentarse a reflexionar, a sopesar posibles estrategias para mantenerse de cara al futuro y que no cundiera el tremendismo porque sí.

El caqui choca probablemente con una crisis de crecimiento que obligará a repensar algunas cosas. Cuenta en contra con el bloqueo del mercado ruso, que absorbía lo que ahora ha de malvenderse en el resto de mercados, lo que acaba distorsionando a todo el sector. Pero también habrá bastante de conformismo acumulado: los buenos precios del cultivo en los últimos años no invitaron a pararse a pensar en estrategias para el porvenir. ¿Para qué?

Con la granada pasa algo similar. ¿Es que basta con ser una fruta con muchas sustancias antioxidante para que los consumidores se lancen a comprarla casi con prisas, por si se quedan sin suministro? ¿Alguien ha caído en la cuenta de que es un producto complicado de comer? ¿Se han parado a pensar en la conveniencia de desarrollar procedimientos que faciliten tal cosa?

En cuanto a la almendra, también se extendió la idea de que no habría techo. Durante años se incrementó notablemente la producción de plantones y se agotaron. Todos inmersos en una carrera imparable para plantar almendros. Basta recorrer España para darse cuenta de lo que se ha puesto; por todas partes se ven enormes extensiones de almendros jóvenes. Pero ¡ojo!, lo que impera por ahí fuera -también en Portugal, el Magreb, América, Australia, China...- son plantaciones en sistemas intensivos y superintensivos, al igual que con el olivar. Son fincas enormes con riego a goteo, nada de secano; que se plantan, se podan y se recolectan con máquinas, las mismas que se usan para vendimiar vides en espaldera. Así que no es sólo el aumento de producción, sino la caída de costes, y frente a ello, ¿qué se está haciendo en el campo valenciano? Lo acostumbrado: enterarse poco y lamentarse.

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